Siempre se ha dicho que si ya de por sí es difícil alcanzar el éxito en Hollywood, más complicado aún es poder mantenerlo. La carrera de una estrella fluctúa y pasa por diferentes fases y, para la industria, por muchos logros que hayas obtenido, sigues valiendo lo mismo que tu última película. Por otro lado, estamos hablando del negocio del entretenimiento, tan ávido de precipitar la caída de sus ídolos como de verlos resucitar cual Ave Fénix. A sus 50 años, Tom Cruise está a punto de cumplir 30 años de estrellato (que no de carrera, ya que su primera aparición en la pantalla se produjo en 1981 con la cinta “Amor sin Fin”). Podemos datar el momento exacto en el que dio el salto al Olimpo del Cine en aquella secuencia en la que se deslizó en la pantalla ataviado con unos calcetines, una camisa y unos calzoncillos blancos bailando “Old Time Rock And Roll”de Bob Seger en el prólogo de “Risky Business”. Desde entonces su filmografía ha proporcionado no pocos éxitos de taquilla y algunos títulos que ya por derecho propio han pasado a la Historia del Séptimo Arte.
Durante estos 30 años ha tenido que lidiar también con la pérdida de privacidad en su vida. La prensa en ocasiones se ha visto más interesada en cubrir los avatares de sus relaciones sentimentales (especialmente sus matrimonios frustrados con Mimi Rogers, Nicole Kidman y, ahora, Katie Holmes), teorizar con una supuesta homosexualiadad (siempre insinuada, nunca demostrada), detallar divismos de estrella (se ha dicho que en el rodaje tiene prohibido que le miren directamente a los ojos) y complejos personales (su estatura, 1.70, un tanto corta para los patrones de Hollywood) o analizar el impacto en su vida de la Iglesia de la Cienciología (polémica doctrina de la que se ha erigido como uno de sus principales representantes y defensores). Por regla general, Cruise ha sabido esquivar con esmero estos escollos, gracias a una poderosa campaña de promoción personal y la amenaza de respuesta legal hacia aquellos que trasgredan determinados límites marcados por la estrella y su agente. Este férreo control de su imagen pública solo se ha derrumbado entre 2005 y 2007, coincidiendo con el inicio de su relación con la actriz Katie Holmes y una mayor exposición externa de su labor en la Iglesia de la Cienciología. Estos aspectos no fueron recibidos con buenos ojos por parte del público y la industria, que le castigaron con los mayores fracasos comerciales de su carrera y un periodo de ostracismo, ahora aparentemente superado tras el éxito de “Misión Imposible. Protocolo Fantasma”.
No podemos decir que Tom Cruise sea el mejor intérprete de su generación, porque desde luego no lo es. Su talento como actor siempre le deja un par de pasos por detrás de sus ambiciones. Sin embargo, no es desproporcionado decir que sí es uno de los más dedicado a su trabajo. Su implicación en cada nuevo proyecto, las horas que dedica a cada película, más allá incluso de sus responsabilidades como actor, forman parte de su leyenda, de la misma manera que su gusto por realizar él mismo todas sus escenas de riesgo, algunas extremadamente peligrosas. Esto ha ayudado a convertirlo en uno de los profesionales más respetados de la industria y son valores fundamentales para entender su éxito más o menos continuado en estos 30 años de carrera.
Los inicios del actor fueron meteóricos. Tras esa breve aparición en “Amor Sin Fin”, drama romántico dirigido por Franco Zeffirelli y protagonizado por Brooke Shields y Martin Hewitt, se hizo con un destacado papel secundario junto a George C. Scott, Timothy Hutton, Ronny Cox y Sean Penn en la cinta de corte militar “Taps. Más Allá del Honor”, donde ya destacó por su tremenda disciplina y determinación para llevar a cabo su personaje. De hecho, inicialmente el suyo iba a ser un personaje mucho menos importante, pero el director Harold Becker se quedó tan impresionado por su dedicación para reflejar a la perfección el comportamiento militar durante los ensayos que le ofreció tener mayor protagonismo en la cinta. A continuación llegó Francis Ford Coppola con “Rebeldes”, donde el papel de Cruise no fue precisamente de los más importantes, pero que ya le situaba como representante de una nueva generación de intérpretes entre los que se encontraban también Patrick Swayze, Rob Lowe, Emilio Estevez, Matt Dillon o Ralph Macchio (se dice que durante el rodaje muchos de ellos ya veían en Cruise un aura de estrella emergente). Mucho menor relumbrón tuvieron la comedia “Ir a Perderlo… y Perderse” de Curtis Hanson, título surgido a raíz del éxito de películas como “Desmadre a la Americana” o “Porky’s”, y el drama de iniciación “La Clave del Éxito” de Michael Chapman, que, a día de hoy, sólo es recordado por un fugaz desnudo frontal de la estrella, el único de su carrera.
Más afortunada fue su participación en “Risky Business”. Esta comedia de iniciación sexual y madurez de un joven adolescente no sólo fue un tremendo éxito comercial, sino que ayudó a despegar la estrella de Tom Cruise, quien supo dar el tono justo de inocencia, atractivo y carisma a su personaje, convirtiendo por primera vez su sonrisa en una marca de identidad. A partir de este momento, su rostro empezó a adornar las carpetas y las paredes de la habitación de adolescentes de todo el mundo. Su nombre se convirtió en sinónimo de belleza, éxito y modernidad. Esto se reforzó con el estreno de “Top Gun. Ídolos del Aire”, cinta dirigida por Tony Scott a mayor gloria de las fuerzas aéreas, quienes consiguieron así uno de los más importantes publirreportajes de su historia. Todos los jóvenes estadounidenses querían ser Maverick, seducir a Kelly McGillis y pilotar aviones de combate F-14. En 1988, estrenaba “Cocktail”, cinta que se apoyaba nuevamente en su agraciado atractivo físico, con una trama romántica ambientada en localizaciones exóticas. La película en sí no era gran cosa, pero sólo el ver a Cruise preparar elaboradas bebidas sin perder la sonrisa justificaba el precio de la entrada. Sin embargo, la estrella aspiraba a algo más que simplemente lucir palmito en producciones destinadas al público adolescente. Desde hacía varios años buscaba madurar como intérprete y demostrar que podía ser algo más que una cara bonita. En 1992 estrenaba la cinta “Algunos Hombres Buenos”, un espléndido drama judicial, donde interpretaba a un personaje con no pocos puntos en común con aquel Maverick de “Top Gun. Ídolos del Aire” (joven de talento, pero irresponsable, marcado por el peso del recuerdo de una figura paterna ejemplar). Si bien en ningún momento podemos etiquetar la película dentro de sus títulos de ídolo juvenil, si podemos ver en ella su despedida particular a este tipo de personajes que durante la década de los 80 ayudó a cimentar su fama.
Para evitar el encasillamiento y crecer como actor, Tom Cruise fue alternando títulos de corte puramente comercial con otros escogidos con el fin de aportar prestigio a su carrera. Tras pasar por las manos de Francis Ford Coppola en “Rebeldes”, y ya asentado como la nueva estrella de Hollywood, aceptó trabajar a las órdenes de Martin Scorsese y junto a Paul Newman en “El Color del Dinero”, crepuscular continuación de “El Buscavidas”. Dentro y fuera de la película se generó una dinámica de alumno-maestro entre el veterano actor y la joven estrella, y ambos compitieron a la hora de llevar a cabo sus propias escenas en la mesa de billar, dedicando horas y horas de ensayo para que su interpretación fuera lo más realista posible. A continuación, Cruise repitió la misma fórmula con otro gigante de la interpretación, Dustin Hoffman, en el drama familiar “Rain Man”. El actor era consciente de que en estas películas su estrella pasaba a un segundo plano, quedando eclipsado por la veteranía de sus compañeros de reparto (tanto Newman como Hoffman obtuvieron sendos Oscars en la categoría de Mejor Actor por estos papeles, mientras que Cruise ni siquiera fue nominado), sin embargo, el hecho de poder vincular su nombre a estas leyendas de Hollywood y poder aprender de ellas ya era suficiente recompensa. La primera nominación a los Oscars le llegó en 1989, gracias a su papel en la cinta de Oliver Stone “Nacido el Cuatro de Julio”, donde (siempre a nuestro entender) ofreció la que aún hoy sigue siendo la mejor y más esforzada interpretación de toda su carrera. A las órdenes de Stone, Cruise encontró a un cineasta con una pasión y un nivel de implicación equiparable al suyo, llevando esta historia (que, en un principio, antes de que el cineasta dirigiera “Platoon”, estaba ideada para Al Pacino) a sus últimas consecuencias, pese a las reticencias del estudio, que no confiaba en la capacidad dramática de la estrella.
Como indicábamos antes, “Algunos Hombres Buenos” supuso una nueva oportunidad al actor para superar, de una vez por todas, su imagen juvenil y dar el paso definitivo a papeles más maduros. Con la dirección de Rob Reiner, un guion del prestigioso Aaron Sorkin (quien adaptó su propia obra de teatro) y la presencia (breve pero intensa) de Jack Nicholson, la cinta se erige como uno de los mejores dramas judiciales rodados jamás en Hollywood, con un duelo dialéctico final entre las dos estrellas que ha pasado ya a los anales del cine. Una vez más, en el apartado interpretativo, no hubo nominación para Cruise, pero sí para Nicholson (aunque no estatuilla, ya que ese año fue a manos de Gene Hackman por su papel en “Sin Perdón”). El actor tuvo que esperar hasta 1996 para acceder a su segunda nominación, gracias a la película “Jerry Maguire”. Esta era una cinta claramente pensada para la carrera de los premios de la Academia de Hollywood, y Tom Cruise figuraba entre los favoritos. La estrella se esforzó en llevar a cabo una interpretación ajustada a los criterios que suelen encandilar a los académicos, pero nuevamente se fue a casa de vacío. La estatuilla fue para Geoffrey Rush por “Shine”, mientras que la película de sí conseguía un galardón en el apartado de Mejor Actor Secundario para Cuba Gooding Jr.. A parte de esto, la producción aportó también una estrecha amistad entre su estrella y su director, Cameron Crowe. Tras finalizar este rodaje, Tom Cruise se adentró en uno de los proyectos más complicados y largos de toda su carrera, “Eyes Wide Shut”, último trabajo del cineasta Stanley Kubrick, donde compartió créditos con su, por aquel entonces, esposa, Nicole Kidman. Se trataba de una película atípica dentro de la filmografía de la estrella, un drama psicológico de corte sexual, pero también una oportunidad única en la carrera de cualquier actor. El nivel de autoexigencia de Cruise fue puesto a prueba por los requerimientos de Kubrick y sus legendarias repeticiones de tomas. El resultado fue una de las mejores actuaciones de su carrera, pero que, pese al esfuerzo de la estrella, quedaba eclipsada por su compañera, clara vencedora en el duelo interpretativo. En cualquier caso, para bien o para mal, el mero hecho de haber protagonizado la última película de un cineasta tan importante como Stanley Kubrick, ya daba un puesto de honor a la pareja dentro de la Historia del Cine.
Más tarde, Cruise encarnó a un héroe trágico en la cinta de Ed Zwick “El Último Samurai”, ampulosa historia de época, que jugaba con el choque de culturas entre el protagonista estadounidense y la honorable sociedad japonesa de la segunda mitad del siglo XIX. Con una trama que bebía de títulos clásicos como “Bailando con Lobos”, la película era uno de esos títulos diseñados para arrasar en los Oscars, aunque finalmente solo alcanzó 4 nominaciones y únicamente una en el apartado interpretativo para Ken Watanabe como Mejor Actor Secundario. Si bien en ella solo interpretaba un papel secundario, “Leones por Corderos” era un proyecto especial, ya que era la primera película que Cruise sacaba adelante como responsable de la renacida United Artist, propuesta que la 20th Century Fox había realizado a la estrella y su socia Paula Wagner. La cinta supuso una apuesta personal de Cruise por el cine de Robert Redford como director y se incorporó al conjunto de obras que, desde los posicionamientos más liberales de Hollwood, protestaban contra la Guerra de Irak. Desgraciadamente, también como la mayor parte de estas producciones (“Jarhead”, “Redacted”, “En el Valle de Elah”), no encontró el apoyo del público y, a pesar de su reparto de estrellas, pasó con más pena que gloria por las carteleras.
De manera paralela a todos estos trabajos, Tom Cruise continuó ejerciendo como una de las estrellas más rentables de la industria de Hollywood, encabezando títulos taquilleros uno detrás de otro. En ocasiones algunos nacían como un capricho propio, como fue el caso de “Días de Trueno”, donde se rencontró con Tony Scott el director de “Top Gun. Ídolos del Aire” para trasladar a la gran pantalla una de sus grandes aficiones, las carreras de coches (afición, por otro lado, heredada de Paul Newman durante el rodaje de “El Color del Dinero”). Fue en esta película que Cruise conoció a Nicole Kidman, iniciando un romance que se extendería hasta su divorcio en agosto de 2001. Actor y actriz volvieron a coincidir, ya como pareja dentro y fuera de la pantalla, en la cinta de Ron Howard “Un Horizonte Muy Lejano”, una historia ambientada en la Irlanda y la Norteamérica de finales del siglo XIX. La película alternaba el tono de comedia con el romance, la aventura, el drama y, finalmente, la épica nacionalista, ofreciendo a Cruise la oportunidad de lucirse a nivel interpretativo con un personaje que evoluciona a lo largo de sus casi dos horas y media de metraje, pero también en lo físico, con las llamativas escenas de boxeo en las que participaba. La estrella fue convocada también para protagonizar la primera adaptación de una de las novelas del popular escritor John Grisham, “La Tapadera”, a las órdenes de Sydney Pollack (cineasta con el que posteriormente volvió a coincidir, aunque ambos como actores, en “Eyes Wide Shut”). Cruise interpretaba a uno de sus héroes de íntegra moral tentado por un ambiente de corrupción y, durante el clímax de la película, selló uno de los elementos que iban a caracterizar a muchas de sus películas posteriores, su capacidad para correr en la pantalla, demostrando desde entonces ser uno de los actores que mejor (si no el mejor) sabe desenvolverse en esta habilidad delante de la cámara.
Aceptado ya como un actor de perfil dramático, Tom Cruise quiso también postularse como héroe de acción, encargándose de producir él mismo la adaptación de la mítica serie de televisión “Misión Imposible”. Con cuatro entregas hasta la fecha y una quinta anunciada, esta franquicia se ha convertido en el feudo personal del actor, donde ha ejercido de estrella absoluta, ejecutando él mismo todas sus escenas de riesgo, a cada cual más hiperbólica, y donde ha podido dar rienda suelta a su pasión por los deportes de riesgo. Empezó dejándose descolgar en una habitación de alta seguridad y, de momento, culmina la serie corriendo por la fachada de la torre Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo, pasando antes por la escalada natural en las montañas de Utah o un espectacular salto desde uno de los rascacielos de Shangai. Salvo “Misión Imposible III” la serie le ha reportado algunas de las mejores cifras de su carrera y ha elevado a su personaje, Ethan Hunt, a la categoría de uno de los más destacados héroes de acción del siglo XXI. Cruise intentó repetir la misma fórmula con “Noche y Día”, cinta que mezclaba acción, romance y comedia en diferentes localizaciones exóticas, incluida una persecución en moto por Sevilla en plenos Sanfermines (una incongruencia que despertó en nuestro país tantas risas y protestas como la fusión de las Fallas y la Semana Santa en “Misión Imposible 2”). Este fue un proyecto que se vio malogrado por la falta de definición a la hora de llevarlo a cabo. Así, lo que nació como una especie de parodia de las aventuras de Ethan Hunt y un intento de Cruise por alejarse de aquella imagen heroica, pasó a ser una extensión de las mismas, quedándose en una tierra de nadie que no contentó al público.
Entre la segunda y la tercera entrega de “Misión Imposible”, Cruise rodó dos títulos de ciencia ficción a las órdenes de Steven Spielberg, “Minority Report” y “La Guerra de los Mundos”, cumpliendo así el largamente pospuesto interés de ambos artistas por trabajar juntos. La primera de estas películas adaptaba un relato de Phillip K. Dick (cuya obra literaria ha proporcionado al cine otros títulos importantes, como “Blade Runner” o “Desafío Total”) y servía para diseñar un mundo futuro distópico y amenazador, donde el personaje principal iniciaba una fuga continua con el fin de demostrar su inocencia de un crimen aún por cometer. La segunda tomaba también como punto de partida un destacado material literario, la célebre novela homónima de H.G. Wells. Se trataba de un proyecto nacido de la casualidad, ya que director y estrella aprovecharon que otros proyectos suyos se habían dilatado en el tiempo (“Munich” y “Misión Imposible III”, respectivamente) para llevar a cabo una preproducción ágil que permitiera el reencuentro y un rodaje rápido. Curiosamente, en ambas películas, el componente determinante de los dos personajes interpretados por Tom Cruise es la paternidad. En la primera es un policía amargado por la desaparición de su hijo, mientras que en la segunda es un padre irresponsable, que debe cuidar de su familia en plena invasión extraterrestre. Estos conflictos emocionales se combinaron perfectamente con la capacidad de la estrella para las escenas de acción, dando un mayor dinamismo a la trama.
Tom Cruise es una estrella con una imagen cinematográfica bien definida y recurrente. Sus personajes suelen ser americanos medios, independientes, con problemas con la autoridad y tendencia a cierta irresponsabilidad o falta de compromiso, atractivos, inteligentes, bien situados, pero irremediablemente empujados al heroísmo. Este patrón ha forjado su carrera y le ha aupado a lo alto del escalafón de la industria. Sin embargo, en ocasiones, la estrella ha preferido salirse por la tangente y romper su imagen tradicional. Una de las primeras películas en ofrecernos un Tom Cruise diferente fue “Entrevista con el Vampiro”, dirigida en 1994 por Neil Jordan. Su papel de Lestat le permitió adentrarse en una psique amoral y opuesta a su planta habitual de galán romántico. En un principio, Anne Rice, la autora de la novela original, criticó duramente esta elección, ya que no veía al actor representando al Lestat literario, reconociendo más tarde que Cruise había llevado a cabo un importante proceso de transformación actoral y había logrado superar todos los prejuicios iniciales. En 1999, volvió arriesgarse con otro personajes atípico en su filmografía, el Frank Mackey de “Magnolia”, un arrogante y procaz autor de libros de autoayuda para socorrer a otros hombres sin suerte en el sexo a seducir a mujeres desamparadas. Al público le chocó encontrar al habitualmente modosito actor desplegando todo un discurso repleto de referencias sexuales y palabras malsonantes, por mucho que después esa actitud quedara explicada con un trauma paterno filial. El actor se tiñó canas y volvió a convertirse en el villano de la función a las órdenes de Michael Mann en “Collateral”, donde interpretaba a un asesino a sueldo de creencias un tanto corrosivas. En esta ocasión, lo chocante no era tanto el oficio criminal de su personaje, sino la frialdad y el humor negro con el que lo afrontaba, al mismo tiempo que torturaba y humillaba al personajes de Jamie Foxxx, quien se ocupaba de la labor de salvar el día e impedir que su contrincante llevara a cabo todo su plan homicida. En “Valkiria”, sin embargo, el cambio de imagen vino determinado no por el contraste moral de su personaje con el perfil habitual de la filmografía del actor, sino por la transformación física para adecuarse a la apariencia de una figura histórica. Cruise, con la ayuda del maquillaje y los efectos especiales, logró asimilarse al Coronel Claus von Stauffenberg, un héroe caído del ejército nazi, que perdió un ojo y una mano durante la guerra, antes de convertirse en uno de los principales adalides para derrocar a Hitler del poder.
Entre tanto personaje dramático y héroe de acción, lo que faltaba en la carrera de Tom Cruise era más comedia. Es cierto que en casi todas sus películas hemos podido encontrar algún apunte humorístico, pero más con un valor de alivio cómico. En 2008, aceptó rodar un pequeño papel en la cinta “Tropic Thunder. Una Guerra muy Perra”. Se trataba de un cameo para el que debía caracterizarse hasta límites casi irreconocibles. Su productor de Hollywood, Les Grossman, era un personaje antipático, vulgar, agresivo y tremendamente divertido, hasta el punto de eclipsar a prácticamente todo el resto de los miembros del reparto (solo se libró Robert Downey Jr., con su transracial Kirk Lazarus). Posteriormente, Cruise ha recuperado este papel en pequeños sketches e incluso se ha rumoreado la posibilidad de dar a Grossman su propia película como protagonista absoluto, pero de momento esto no son más que especulaciones. Su más reciente cambio de imagen lo ha efectuado para el musical “Rock of Ages”, camaleonándose en un remedo de Axl Rose, Jon Bon Jovi o Steve Tyler. Un hipermusculado Cruise se ha atrevido con varios retos en este proyecto, destacando especialmente el afrontar su primer musical donde ha interpretado temas clásicos de los 80 como “Paradise City”, “Wanted Dead or Alive”, "I Want to Know What Love Is" o "Pour Some Sugar On Me". El actor logra darle a su interpretación el equilibrio adecuado entre respecto y parodia, de manera que sea un papel cómico pero sin rallar en el insulto o el menosprecio a sus referentes. La cinta se ha saldado con un sonado fracaso en Estados Unidos y está a la espera de la recepción que pueda tener ahora en Europa, lo que ha restado impacto a la transformación de la estrella, que si bien no ofrece su trabajo más destacado, sí es un buen ejemplo de que más allá de su imagen seria e incluso circunspecta, Tom Cruise cuenta también con un espléndido sentido del humor.
En pocas ocasiones ha tenido Tom Cruise que enfrentarse al fracaso, hasta el punto de que, hasta hace relativamente poco, su estrella parecía infalible. Su primer desliz de taquilla se produjo en 1985 con la cinta de fantasía dirigida por Ridley Scott, “Legend”. Un fracaso inesperado, ya que poco podía prever aquella estrella recién salida de “Risky Business” que su proyecto con el director de “Alien. El Octavo Pasajero” y “Blade Runner” iba a derrumbarse en taquilla. Su siguiente traspié tuvo lugar 16 años más tarde, con “Vanilla Sky”. De nuevo, la versión americana de “Abre los Ojos” de Alejandro Amenábar y reencuentro de Cruise con el cineasta Cameron Crowe, si bien podía resultar desde nuestra perspectiva como espectadores españoles innecesaria y demasiado temprana, tenía todos los ingredientes para haber funcionado en taquilla. Cruise acababa de triunfar con “Misión Imposible 2”, Penélope Cruz era una de las estrellas latinas de moda en Hollywood y Cameron Crowe mantenía su estatus de director indie de prestigio (algo que no ha vuelto a recuperar desde entonces).
Sin embargo, fue unos años más tarde, en 2005, cuando la imagen pública de Tom Cruise sufrió un duro revés. La imagen del actor saltando en el sofá de Oprah Winfrey declarando su amor a Katie Holmes y las noticias acerca de las continuas excentricidades del actor como representante de la Iglesia de la Cienciología (por esta época su enfrentamiento con la actriz Brooke Shields sobre el tratamiento con antidepresivos para la depresión postparto acaparó varios titulares en la prensa, y entre otras cosas, se comentó que durante el rodaje de “La Guerra de los Mundos” había ordenado colocar un stand para captar adeptos entre los miembros del equipo). Lo cierto es que los estudios vieron con malos ojos como la promoción de sus películas se centrara más en la polémica vida privada del actor que en la producción en sí y que esto afectara también a los índices de taquilla. “La Guerra de los Mundos” funcionó gracias al tirón de Steven Spielberg, pero “Misión Imposible III” se convirtió en la menos rentable de la franquicia, provocando un duro enfrentamiento entre la estrella y la Paramount.
Lo siguientes proyectos del actor, “Leones por Corderos”, “Valkiria” o “Noche y Día” se saldaron en tres fracasos de taquilla, producido en gran parte por el hecho de que el público había perdido el interés en Tom Cruise, ahora convertido en un fanático religioso y excéntrica estrella que no era del gusto de la audiencia. No es que el actor hubiese cambiado su forma de trabajar o que las películas no contaran con elementos que pudieran resultar atractivos para el público, se trataba simplemente de que durante este periodo, Tom Cruise pasó a convertirse en veneno para la taquilla. Esto parece haber cambiado tras el estreno de “Misión Imposible. Protocolo Fantasma”. Su regreso a las aventuras de Ethan Hunt parece haber reconciliado a la estrella con los espectadores. De hecho, lo que en un principio se anunció como un paso de testigo de Cruise a Jeremy Renner como líder de la serie ha logrado reafirmar al primero como estrella indiscutible de la franquicia.
Ahora la mirada está puesta en cómo vayan a funcionar los nuevos proyectos de la estrella. Como decíamos antes, “Rock of Ages” no ha obtenido la taquilla esperada en Estados Unidos, pero dado que ahí el papel del actor es secundario, aún es pronto para establecer si el éxito de “Misión Imposible. Protocolo Fantasma” devuelve la estabilidad a su carrera o ha sido algo puntual y efímero. Tom Cruise tiene actualmente tres proyectos en cartera, todos de aspiraciones comerciales y con el género de acción como principal motor. Primero le veremos en el ambiguo papel de “Jack Reacher” a las órdenes de Christopher McQuarrie (guionista de “Valkiria”), un particular investigador de homicidios que se las tiene que ver con un asesino francotirador; en “Oblivion” de Joseph Kosinski (responsable de “Tron Legacy”) regresará a la ciencia ficción, interpretando a un veterano soldado enviado a un lejano planeta para exterminar a una raza extraterreste; y “All You Need is Kill” de Doug Liman (“El Caso Bourne”, “Sr. y Sra. Smith”, “Caza a la Espía”) mantiene el tono fantástico, con una trama bélica con viajes en el tiempo incluidos. Anunciados, pero aún sin fecha de inicio tiene otros tres atractivos proyectos. Cruise se ha postulado como sustituto de Hugh Jackman en un reboot de “Van Helsing”, mientras que está a la espera de retomar sus papeles de Maverick (en la anunciada “Top Gun 2”, de nuevo a las órdenes de Tony Scott) e Ethan Hunt en “Misión Imposible V”.
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