sábado, 22 de octubre de 2011

“CONTAGIO”. PANDEMIA HUMANA

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Después de la paranoia nuclear de los años 50 y 60, sin duda el miedo a una pandemia vírica se ha convertido en una de las grandes pesadillas de la sociedad contemporánea. Esto ya quedó claro en los 80 y los 90, en pleno apogeo del SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, pero son fenómenos posteriores como el Ébola, el ANTRAX y la guerra bacteriológica o, más recientemente, el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) y la Gripe Aviar los que han incentivado el nivel de aprensión de la sociedad actual hacia los procesos víricos que nos rodean convirtiéndolos en un excelente caldo de cultivo para el cine. Precisamente estos dos últimos ejemplos han sido el principal referente utilizado por el cineasta Steven Soderbergh y el guionista Scott Z. Burns para construir la trama de su última película, “Contagio”.

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Protagonizada por Matt Damon, Jude Law, Kate Winslet, Laurence Fishburne, Gwyneth Paltrow y Marion Cotillard, entre otros, la cinta supone la aportación particular de Soderbergh al género de catástrofes, con un cierto componente de ciencia ficción cercana y especulativa. Basándose en las alertas que hemos experimentado durante este siglo XXI relacionadas con virus agresivos y altamente contagiosos, el director y su guionista, Scott Z. Burns, en su segundo trabajo conjunto tras “El Soplón”, nos presentan un escenario ficticio pero de fuertes bases científicas y sociológicas: La propagación de un virus letal, los procesos para atender a los enfermos y encontrar una cura y, además, los patrones de respuesta de la sociedad en diferentes estratos (político, mediático y familiar). Por otro lado, algo en lo que Soderbergh ha querido ser taxativo es en el rigor científico a la hora de aproximarse a este tema, de manera que todo el apartado de desarrollo e informativo del guión está escrupulosamente documentado para que este quimérico escenario resulte lo más verosímil posible. Eso sí, la cinta se ajusta a una de las máximas esenciales del cine de catástrofes de los 70: Nadie de su reparto coral está a salvo. Da igual los Oscars que tengan en las estanterías de casa o el dinero recaudado en su anterior superproducción, cualquiera de los personajes es susceptible de caer víctima del virus. Es más, como si de una producción de Irwin Allen (“La Aventura del Poseidón”, “El Coloso en Llamas”) se tratara, Soderbergh nos sorprende desde los primeros minutos de la película quitándose de en medio algunos de los principales nombres de su plantel de estrellas.

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Se trataba, sin duda, de una aproximación muy ambiciosa que corría diferentes riesgos. El primero, no poder abarcar todos esos niveles de desarrollo que deseaba el director. Sin embargo, hay que decir que a través del carácter coral de la trama todos estos apartados no sólo participan de la película, sino que además, cada uno de ellos tiene su propia parcela de protagonismo repartida de manera equilibrada (a excepción del bloque protagonizado por Marion Cotillard, seguramente víctima de ajustes de montaje en postproducción). Otro riesgo era el caer en demasiados tecnicismos y que la película se hiciera inaccesible a la mayor parte de la audiencia. Es cierto que durante un determinado tramo de la cinta ésta parece abandonar el terreno narrativo para ceñirse a un estilo documentalista y didáctico, y que determinada terminología empleada por los personajes resultan demasiado técnicos, pero esto se suple principalmente gracias a la labor de los actores que aportan un lado humano con el que puede empatizar el espectador. Tal vez no podamos comprender al 100% lo que se nos está explicando en pantalla, pero desde luego sí se nos trasmite las implicaciones que ello tiene para los personajes, ilustrándonos posteriormente estos elementos teóricos a través de la experiencia de alguno de los protagonistas. El tercer hándicap era derivar en el terreno del melodrama televisivo, algo que se palía de nuevo gracias a la puesta en escena del director y el trabajo de los actores que logran alejar el desarrollo de la trama de los lugares comunes de ese tipo de producciones.

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A nivel narrativo hay dos elementos a destacar especialmente. El primero es la descripción que hace Soderbergh del proceso de contagio del virus, empleando los planos detalles de una manera que es capaz de trasmitir una inquietante sensación de alerta al espectador. Soderbergh es un cineasta postmoderno al que le gusta experimentar con la imagen y el sonido y la manera en que consigue extraer el drama de actos cotidianos en esta película resulta magistral. Por otro lado, esa capacidad del cineasta por abstraerse de los propios hechos que está narrando para aportar una perspectiva distante, desafectada de componentes emocionales (que nadie vaya a ver la película esperando alguna escena climática con los personajes reconciliándose entre abrazos y lágrimas), enfatiza el tono casi apocalíptico de la cinta a medida que la situación global se va agravando. Es en estos momentos cuando el director parece adentrarse más en el terreno de lo fantástico. Esas imágenes de calles abandonadas, apenas transitadas por personajes embutidos en trajes de plástico que les aíslan del entorno parece remitir al cine distópico de los años 60 y 70.

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Donde Soderbergh es frío y cerebral, prácticamente aséptico y quirúrgico, los actores derrochan humanidad. Como indicábamos antes, es en el trabajo interpretativo donde el director concentra el apartado emocional de la película. La cinta muestra las dos caras de la moneda. Desde la intolerancia de la población provocada por el miedo al contagio, hasta todo lo contrario, el sacrificio de determinadas personas por ayudar a los afectados, encontrar una cura o simplemente proteger a sus seres queridos de la infección, sin olvidarse de aquellos que buscan aprovechar una catástrofe de esta magnitud para sacar provecho personal de todo ello. En este sentido, Soderbergh hace una descripción bipolar del ser humano: El hombre como el lobo para el hombre, pero también una especie capaz de grandes actos de entrega y sacrificio, visceral en cualquier caso ante una situación tan extrema. Ante estos elementos, la principal crítica que podemos hacer a su argumento es la postura institucionalista y maniquea que toma la película. Si bien no acalla las acusaciones recibidas por la OMS a raíz del caso de la gripe aviar, donde la organización se ha visto desacreditada por determinados sectores con acusaciones de crear alerta social para favorecer a determinadas empresas farmacéuticas, lo cierto es que estas críticas se presentan basadas más en recelos políticos o intereses oportunistas de algunos de los personajes, mientras que la visión global de la cinta enaltece y justifica las acciones de esta institución. En nuestra opinión, la película, como relato, se hubiese visto favorecida con una postura menos hagiográfica de la OMS, de la misma manera que no tiene inconvenientes en señalar las zonas luminosas y oscuras de los personajes protagonistas.

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Podemos concluir, por lo tanto, que “Contagio” es una buena muestra de cine de calidad, realizado con un interés sociológico y artístico, pero que tampoco desatiende lo comercial, especialmente en lo referente a su espectacular reparto protagonista. Se aleja de los patrones del cine hollywoodiense en cuanto a lo que supone de apuesta por un tipo de narrativa pausada y progresiva, pero en ningún momento esto se convierte en un lastre para la cinta, más bien todo lo contrario. Se agradece poder disfrutar de una cinta reflexiva, que no tiene miedo de tratar al espectador como un ser inteligente, ofreciéndole un guión ambicioso y complejo, con una puesta en escena detallista y visualmente absorbente, y un trabajo interpretativo de primer orden.

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