domingo, 29 de mayo de 2011
“PIRATAS DEL CARIBE”. UNA VIDA DE PIRATA PARA MÍ.
jueves, 26 de mayo de 2011
“EL CAPITÁN BLOOD”. EL LINAJE DE LOS PIRATAS
Dentro del cine de aventuras, el cine de piratas ha sido una constante en la historia del cine. Repudiado durante algunos años debido al espectacular fracaso de la cinta “La Isla de las Cabezas Cortadas”, el estreno de “Piratas del Caribe. La Maldición de la Perla Negra” en 2003 volvió a poner de moda estos personajes, aunque de momento nadie ha podido plantar cara al Capitán Jack Sparrow en la pantalla o en la taquilla. Ya desde la época del cine mudo podemos encontrar ejemplos de películas de piratas en la producción de Hollywood, sin embargo fue con la llegada del sonoro que esta figura a ratos maléfica, a ratos redentora, aventurera pero también amoral, se asentó como uno de los héroes prototípicos del cine. Esto se produjo especialmente gracias a la película de 1935 “El Capitán Blood”, protagonizada por Errol Flynn en su primer papel estelar y dirigida por el gran artesano de Hollywood Michael Curtiz.
“El Capitán Blood” estaba basada en una popular novela escrita por el italiano Rafael Sabatini, un autor de libros de aventura cuya producción literaria se desarrolló entre la última década del siglo XIX y los primeros años del XX. Ya desde los orígenes del cine sus relatos pasaron a ser fuente de inspiración para multitud de películas. Curiosamente “El Capitán Blood” ya había obtenido una versión en 1924, al igual que otras obras suyas como “Scaramouge” o “El Halcón del Mar”, que fueron posteriormente recuperadas durante los años 40 y 50 y rehechas según el modelo establecido Michael Curtiz en 1935 (aunque la versión de 1940 de “El Halcón del Mar”, de nuevo con el tándem Curtiz-Flynn sólo tomaba el título de la novela de Sabatini y éste no aparecía acreditado en la película). Otro título popular suyo y clave para el género de piratas en el cine fue “El Cisne Negro”, cuya versión para la pantalla la dirigió Henry King en 1942 y estaba protagonizada por Tyrone Power y Maureen O’Hara.
“El Capitán Blood” fue un éxito inesperado para la Warner Bros. Se trataba de una película de aventuras sin ningún nombre estelar reseñable en aquel momento, que de no haber sido por la pericia de los artistas en ella involucrados hubiese pasado sin pena ni gloria por la historia del estudio. Al frente de la dirección se puso a Michael Curtiz, un director de origen húngaro quien llevaba desde 1926 trabajando en la industria llevando a cabo todo tipo de películas. Curtiz había comenzado su carrera en su país natal en 1912 y para aquel momento contaba ya con una extensa filmografía a sus espaldas, lo que le había permitido desarrollar un depurado sentido de la narrativa cinematográfica. Como principal protagonista se contrató a Errol Flynn, un actor australiano, quien de buenas a primeras se encontró protagonizando una producción de Hollywood sin tener demasiada experiencia en el medio. Flynn era un hombre de mundo, cuyo carácter no estaba muy alejado de los personajes arrogantes, bravucones y seductores que interpretó en el cine, sin embargo los primeros días de rodaje estaba tan nervioso que esas escenas tuvieron que repetirse más adelante, cuando ya había ganado algo de confianza delante de la cámara.
Para el papel femenino, el presidente del estudio, Jack Warner, quería a la estrella del cine mudo Marion Davies, pero la carrera de ésta se encontraba ya en decadencia y en su lugar se escogió a la desconocida Olivia De Havilland. La actriz, que ese año debutó en Hollywood con otros tres títulos (entre ellos una adaptación de “Sueño de una Noche de Verano” de William Shakespeare, donde interpretaba el papel de Hermia), aportó a Arabella belleza, honestidad e inocencia, tres características que compartirían la mayor parte de sus personajes posteriores. El papel del villano recayó en Basil Rathbone, un actor que durante su etapa de cine mudo se fue especializando en papeles de villano, suponiendo su interpretación del pérfido Levasseur en “El Capitán Blood” su confirmación en este tipo de roles. Su experiencia en el teatro y su habilidad con la espada serían de gran utilidad en sus enfrentamientos con el héroe. Más tarde, durante los 40, su interpretación de Sherlock Holmes le redimió y le devolvió al bando de los bienhechores.
Hay muchos elementos dignos de mención en “El Capitán Blood”, sin embargo, tras la importancia de su director y el reparto, es necesario resaltar la presentación del compositor Erich Wolfgang Korngold. Desde muy pronta edad, este músico checo fue considerado en su país natal como una de las grandes promesas de la música, sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial emigró a Estados Unidos, donde se sintió tentado por la música para el cine. Korngold fue uno de los responsables de establecer el estilo postromántico como el patrón de la música para el cine y “El Capitán Blood” supuso su debut en la industria. La música de la película irradiaba fuerza, aventura y tensión, además de subrayar de manera delicada la relación entre Blood y Arabella. Curiosamente, debido a las limitaciones de tiempo para componer la partitura, Korngold completó parte de las escenas de acción con dos composiciones de Franz Liszt y por ello prefirió ser acreditado como arreglista en lugar de compositor, pese a que el 90% de la música era suya.
El éxito de la película lanzó al estrellato a sus principales responsables y estableció un importante vínculo profesional entre ellos, a pesar de que sus relaciones personales no eran en absoluto cordiales, al menos entre Michael Curtiz y Olivia de Havilland y Errol Flynn. El carácter anárquico y pendenciero de Flynn chocaba con Curtiz, mientras que Havilland tenía que soportar continuamente las pesadas bromas de su compañero de reparto. Director y estrella llegaron a colaborar juntos en un total de 12 ocasiones, mientras que actriz y actor lo hicieron en nueve, con títulos conjuntos tan destacados como “La Carga de la Brigada Ligera”, “Robin de los Bosques”, “Dodge Ciudad sin Ley”, “La Vida Privada de Elisabeth y Essex” o “Camino de Santa Fe”. Rathbone repitió enfrentamiento antológico en la pantalla con Flynn, incluyendo un épico duelo a espada, en “Robín de los Bosques” y volvieron a coincidir en la cinta bélica de 1938 “The Dawn Patrol”. Durante la década de los 50, la fama de Flynn empezó a apagarse, principalmente debido a su vida disipada, su alcoholismo y su personalidad conflictiva. Afortunadamente, tanto Curtiz como Olivia de Havilland y Basil Rathbone gozaban ya de un status en la industria que nos les hacía depender del prestigio de la estrella; sin embargo, no podemos decir lo mismo del compositor Erick Wolfgang Korngold, cuya música estaba íntimamente identificada con las acrobacias y aventuras de Flynn en la pantalla. Pese a encontrarse en el momento álgido de su carrera en Hollywood, Korngold fue dejado de lado en la industria en beneficio de otros compositores, regresando a su actividad concertística y escénica.
Vista desde la perspectiva actual, “El Capitán Blood” tiene todo lo que necesita el cine de aventuras clásico: acción, aventura, intriga y romance. Michael Curtiz construyó un relato impecable, donde el ritmo no decae en ningún momento y con unas escenas de acción rebosantes de entusiasmo y poderío, especialmente el duelo a espada final entre Blood y Levasseur. Por su parte, los actores componen un conjunto de personajes inolvidables, desde el carisma de Peter Blood, la belleza de Arabella hasta la villanía de Levasseur. Si bien todos ellos surgen de los clichés propios del género, la interpretación de Flynn, Havilland y Rathbone les aporta una entidad propia y exquisita. Aunque las generaciones más jóvenes puedan no conocer esta película, a día de hoy resulta inconcebible imaginar el cine de piratas sin la influencia decisiva de “El Capitán Blood”.
miércoles, 25 de mayo de 2011
“CAMPO DE BATALLA”. LAS TRINCHERAS DEL CINE
El pasado jueves 19 de mayo hacia su presentación en Tenerife el cortometraje de Fran Casanova “Campo de Batalla”, decimoquinto trabajo tras la cámara de este director canario, quien en esta ocasión ha rodado en la península, con el apoyo de la escuela de Cine Septima Arts y la productora Carisma Films. Se trata de una película que ya lleva recorriendo festivales dentro del territorio nacional desde el pasado mes de noviembre con buena recepción por parte del público y que próximamente dará el salto al extranjero tras ser seleccionado para participar en el V Festival Internacional de Cortometrajes de Olavarría FICO en Argentina.
Hasta ahora el cine de Fran Casanova había apuntado hacia la referencia cinéfila, con un alto interés por la acción física, dirigiéndose en muchos casos más al desarrollo de alguna secuencia de acción (especialmente en sus fanfilms de Indiana Jones), que a la presentación de un argumento tradicional. Todos estos trabajos han servido de ejercicio de aprendizaje para el director, quien gracias a ellos ha perfeccionado un gran sentido del ritmo y el montaje. Teniendo en cuenta esto, podemos decir que “Campo de Batalla”, sin contar tampoco con una historia especialmente compleja, es su guión más desarrollado. Así, podemos observar en Casanova un mayor interés en contar una historia y no sólo introducirnos de lleno en la acción de la película.
A lo largo de sus 14 minutos de duración podemos encontrar tres bloques diferenciados, cada uno con su estética y sus referentes específicos, pero en global bien integrados para que no exista una ruptura incompatible entre ellos. El arranque del cortometraje nos sitúa en primera línea de combate durante la batalla de Brunete y es posiblemente la parte más llamativa del corto, donde se puede apreciar tanto las características del cine de Casanova como el nivel de producción que pudo manejar en este trabajo. Conociendo el apego que tiene el director por el cine de Steven Spielberg, la referencia a una película como “Salvar al Soldado Ryan” no es gratuita, especialmente en lo que se refiere al arranque de esta cinta de 1998 con el desembarco de Normandía. Casanova busca dar al espectador esa misma inmediatez, rodando con pulso nervioso e irregular mientras los soldados se adentran campo a través quedando al alcance del fuego enemigo, pero también con la steadycam para moverse más cómodamente dentro de las trincheras. Aquí podemos destacar también el trabajo de producción y vestuario, cuidando que la localización y los uniformes de los actores realmente sean verosímiles.
El segundo bloque de la cinta se adentra en los túneles por los que se esconden y escabullen los soldados una vez el caos de la batalla se ha desatado. Casanova compagina esa sensación de desorganización y desbarajuste con una secuencia de persecución en la que el protagonista intenta poner a salvo a un niño aparentemente perdido y asustado. De nuevo aquí entra en juego la habilidad narrativa del director y su control del montaje, pero también a la hora de generar ambientes. En esta segunda secuencia Casanova se distancia de los patrones del género bélico y, si bien el contexto sigue siendo el mismo, la historia va adquiriendo un carácter más concreto e intimista entre los dos personajes principales, con un incremento del uso del suspense e incluso un paulatino acercamiento al género fantástico y de terror.
Llegados ya al clímax de la película la trama da un vuelco y queda patente que la intención de Fran Casanova no era tanto llevar a cabo un cortometraje bélico, como utilizar este género como marco para contar una historia de carácter metafísico y espiritual. Este cambio supone un giro brusco en los componentes de la narrativa y todos los aspectos, desde la fotografía hasta la música, se ven influenciados por este giro.
A nivel global, hay que alabar al director el tremendo esfuerzo y la ambición con la que se enfrentó a esta historia, que él mismo ha definido como la más personal de todas las que ha realizado hasta la fecha. Casanova da muestra una vez más de ser un cineasta con cualidades para la fisicidad de la acción y los personajes, destacando la notable factura del cortometraje, especialmente en ese arranque que suponía a nivel técnico y de puesta en escena todo un desafío. Ahora al director le queda pulir su capacidad como guionista. En “Campo de Batalla” se puede apreciar el esfuerzo por contar una historia que vaya más allá de la propia acción, sin embargo, adolece de previsibilidad a la hora de sorprender al espectador con su giro dramático. Éste no es difícil de adivinar desde las primeras pistas presentada por el cineasta y en cierta forma eso acaba lastrando el componente emocional de su clímax (en esta ocasión podemos decir que la referencia cinéfila a un autor que no es Steven Spielberg ha podido pesar de manera negativa en el corto). Afortunadamente, esto no invalida que el espectador pueda disfrutar de este trabajo, pero si bien no podemos poner pegas a la puesta en escena, Casanova tiene ahora por delante aún una prueba de fuego que superar, y es el desarrollo argumental de sus trabajos. Las bases están bien asentadas, pero el proceso de aprendizaje aún no ha terminado.
martes, 24 de mayo de 2011
LOS MUNDOS FUTUROS DE RENÉ LALOUX
INTRODUCCIÓN
El cine de René Laloux es único e insólito dentro del género fantástico por su carácter imaginativo y lo revolucionario de su técnica de animación. Híbrido entre las vanguardias artísticas y el comic y la ciencia ficción de autor europeos, su imaginario nos trasporta a un universo particular, plagado de criaturas maravillosas, pero al mismo tiempo tremendamente humanas. Como muchos de los grandes autores de fantasía, visualmente su obra pertenece a otro mundo, pero en el sustrato lo que encontramos es nuestra realidad más próxima.
ORÍGENES
René Laloux nació el 13 de julio de 1929 en Paris. Los primeros años de su infancia transcurrieron con normalidad, absorbiendo con fascinación diferentes historias de fantasía que leía en libros y comics o veía en el cine. Sin embargo esta tranquilidad se vio interrumpida con la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de París por parte de las tropas alemanas, abandonando su padre el hogar familiar para unirse a la resistencia. Esta situación traumática sin embargo supuso un despertar en la creatividad del joven artista. Con 13 años, con el fin de ayudar económicamente a su familia, aprendió el oficio del tallado de madera gracias a un tío especializado en recreaciones góticas de la Piedad. Esta fue la primera incursión de Laloux en el terreno del arte de la figuración, que siguió desarrollando asistiendo a las clases de creación artística que tenían lugar en el estudio donde trabajaba. Tras el fin de la guerra, Laloux empezó a descubrir todo el arte, la literatura, la pintura y, por supuesto, el cine que formaba parte del panorama cultural de la ciudad. Por esta época abandonó el hogar familiar para dedicarse ya profesionalmente al oficio de tallador en una fábrica de Brive-La-Gaillarde. Allí entró en contacto con la comunidad de artistas bohemios y empezó a participar en puestas en escenas de obras de teatro, interesándose especialmente por las representaciones de títeres. Este periodo de desarrollo intelectual y artístico llegó a su fin cuando fue reclamado para el servicio militar, que le ocupó un año y medio de su vida. Esto provocó en él una antipatía visceral contra el ejército. Una vez acabado el servicio militar, Laloux pasó los primeros años de la década de los 50 pasando de un oficio a otro, trabajando como empleado de un banco, o incluso vigilante en una clínica psiquiátrica.
INICIOS EN EL CINE
A partir de 1956 empezó a desarrollar algunos primeros trabajos cinematográficos rodados en 16 mm, como los cortos “Tic Tac” o “Les Achalunes”, de 1957 y 1958 respectivamente. Precisamente el primero de ellos fue adquirido por un canal de televisión para su emisión, lo que dio ánimo al artista para atreverse en 1960 con un proyecto más ambicioso, un corto de animación, rodado en color y 35 mm titulado “Los Dientes del Mono”. En este proyecto Laloux trabajó con Julián Pappé, y juntos desarrollaron un sistema de animación basado en recortes de papel fotografiados fotograma a fotograma, un sistema que siguieron desarrollando en trabajos posteriores, convirtiéndose en una especie de sello personal del artista. “Los Dientes del Mono” dejó también constancia del interés de Laloux por un enfoque artístico cercano al surrealismo, tanto a un nivel narrativo como visual.
La película ganó el premio Emile Cohl en el concurso anual francés de animación no profesional. Durante la ceremonia de entrega de premios Laloux conoció al artista Roland Topor, quien por aquel entonces era muy conocido gracias a su trabajo en la satírica revista francesa Hara Kiri, y juntos idearon el que sería el siguiente trabajo de Laloux, “Los Tiempos Muertos”. Se trataba de un ensayo poético en forma de corto animado donde los dos artistas utilizaron material de archivo y algunos dibujos a tinta realizados por Topor para ofrecer una crítica sobre las atrocidades de la guerra y lo incierto del destino de la humanidad.
“Los Tiempos Muertos” fue un trabajo más bien estático debido a su carácter discursivo, sin embargo, Laloux y Topor regresaron a un tipo de animación narrativa con su siguiente cortometraje, “Los Caracoles”, de 1965, en el que siguieron tratando el tema del declive de la humanidad. Este cortometraje fue nuevamente un éxito, cosechando excelentes críticas, lo que animó a los dos artistas a plantear las posibilidad de embarcarse en su primer largometraje. Su intención inicial era adaptar alguna obra literaria de carácter épico, sin embargo, al tratarse de su primer proyecto en este terreno, al final optaron por algo más modesto y centraron su atención en la novela de ciencia ficción del escritor francés Stefan Wul de 1957 “Oms en Serie”, dando origen a la película “El Planeta Salvaje”.
ESPLENDOR
La historia narraba los avatares de los Oms, un grupo de seres humanos supervivientes de la destrucción de la Tierra, que se encontraban esclavizados por un araza extraterrestre llamada los Draag. Para llevar a cabo esta adaptación Laloux ideó un nuevo sistema de animación a partir de su técnica de recortes de papel, sin embargo, Topor, previendo la complejidad de este trabajo y el largo tiempo que les iba a deparar, decidió limitarse a las labores de escritura del guión y el diseño de producción. Fue en este momento que entró en la función el animador Checo Josef Kabrt, quien fue el encargado de desarrollar todo este trabajo a partir de los diseños de Topor. La conjunción de las ideas de Topor, la dirección de Laloux y el desarrollo técnico de Kabrt convirtieron a “El Planeta Salvaje” en una obra única y revolucionaria, repleta de una rica imaginería, una de las cumbres del cine de ciencia ficción de los setenta, premiada con el Gran Premio del Festival de Cannes de 1973.
Tras este éxito, Laloux tardó más de siete años en sacar adelante un nuevo proyecto, “Los Amos del Tiempo”, de nuevo inspirado por una novela de ciencia ficción del escritor Stephan Wul y estrenado en 1982. En esta ocasión el puesto de Roland Topor fue ocupado por otro genial dibujante, el francés Jean Giraud, también conocido como Moebius. Éste aportó todo su universo visual a la cinta, aunque siempre subordinado a la visión de conjunto de Laloux. "Los Amos del Tiempo" era una Space Opera que llegó en un momento de eclosión del género gracias a “La Guerra de las Galaxias”, y que heredaba de la mano de Moebius también esa parte de la estética del cómic europeo marcada por la legendaria revista Metal Hurlant.
EL CANTO DEL CISNE
Si bien la película vuelve a ser un éxito y es recibida con excelentes críticas tanto por la prensa especializada como por los fans del género de ciencia ficción, de nuevo Laloux dejó pasar unos años antes de ponerse al frente de un nuevo proyecto. En 1987 se le ofrece rodar el cortometraje “Cómo Fue Salvado Wang Fu”, inspirado de una novela corta de la escritora Marguerite Yourcenar, y tan sólo un año después se alió con otro ilustrador procedente del terreno del comic de autor francés, Phillippe Caza, para realizar “La Prisionera”.
La alianza con Caza dio como resultado también “Gandahar”, que se convirtió en el último largometraje dirigido por Laloux. En esta ocasión el director dejó a un lado la obra de Stefan Wul, para adaptar una novela de otro escritor francés, Jean Pierre Andreton. La cinta retomaba esa visión del género de Laloux, donde bajo una historia futurista y de aventuras se escondía un mensaje humanista, acerca de una sociedad perfecta, la gandahariana, que excluye y arrincona aquello que es diferente, provocando sin quererlo el germen su propia destrucción.
Tras “Gandahar”, Laloux intentó sacar adelante algunos otros proyectos, pero por varias razones, al final ninguno de ellos acabó fructificando, falleciendo el 14 de marzo de 2004. Es cierto que su filmografía no fue muy extensa, tan sólo tres largometrajes y 5 cortometrajes, sin embargo con estos títulos demostró ser una figura única en el cine, con obras que no tenían parangón en su momento y que aún hoy siguen resultando originales y revolucionarias.