NOMBRES PARA UNA FILMOGRAFÍA
1. Introducción.
El pasado 30 de noviembre fallecía en Madrid, víctima de un cáncer, Jacinto Molina Álvarez. Actor, director, escritor, productor, este cineasta al que todos conocemos mejor por su nombre artístico, Paul Naschy, era mucho más que un artista cinematográfico, era uno de los pocos auténticos iconos con los que contamos en el cine nacional. Identificado por méritos propios con la figura del hombre lobo, Molina presumió siempre, sin rubor alguno, de ser uno de los pioneros del cine fantástico y de terror en nuestro país, en un momento en el que, si ya de por sí eso de ser actor estaba mal visto, el dedicarse a un género tan denostado como el horror, era todo un desafío a la sociedad y la cultura imperante. Para poder acercarnos y entender el porqué del culto a este artista, tenemos que adentrarnos someramente en las diferentes personalidades que él representaba.
2. Jacinto Molina Álvarez
Vamos a empezar por su nombre real, o al menos el que recibió desde niño, Jacinto Molina Álvarez. En esta persona encontramos la fuerza creadora de todos los demás. En todo momento, Jacinto Molina demostró ser una persona emprendedora y luchadora, un soñador capaz de hacer realidad sus fantasías con constancia y trabajo duro. Esta determinación le podría venir de su pasado como deportista. Jugador de fútbol, atleta, campeón de halterofilia y boxeo, estas actividades le dieron muchas satisfacciones a lo largo de su juventud y marcaron una disciplina de trabajo y una fuerza de voluntad a prueba de desengaños y decepciones. Sin embargo, la gran pasión de Jacinto Molina era el séptimo arte, desde que siendo un niño su abuelo lo llevara por primera vez al cine. Gran admirador del cine de aventuras y de cómicos como Charles Chaplin o Buster Keaton, el joven Molina encontró en la película “Frankenstein contra el Hombre Lobo” al que fue el personaje icónico que le acompañó toda su vida, el licántropo. Ya desde aquel primer encuentro se dejó seducir por el halo trágico de este ser maldito, sin saber que estaba llamado a interpretarlo en la pantalla en 13 ocasiones.
Dado que la carrera en el cine parecía un sueño inalcanzable, Jacinto Molina desarrolló otras de sus aficiones, la ilustración y la escritura, creando diferentes novelas y haciendo sus pinitos en el mundo del comic. Su primer contacto con el cine fue como extra, gracias a su imponente físico, aprovechando la llegada de diferentes producciones hollywoodienses a España para participar en títulos como “Rey de Reyes”, “55 días en Pekín” o el péplum “El Último Gladiador”. En 1967, su faceta de escritor le llevó a plasmar en un guión su pasión por la figura del Hombre Lobo, pese a que el cine de terror en España era prácticamente inexistente. Este guión, titulado inicialmente “Licántropo”, le hubiese permitido conocer a uno de sus ídolos, Lon Chaney Jr., el hombre lobo original de las películas de la Universal de los años 40. Sin embargo, la edad y la enfermedad hicieron que Chaney tuviera que rechazar el papel, dando vía libre para el nacimiento de Paul Naschy.
En años sucesivos, Molina siguió encargándose de escribir el guión de sus películas, al mismo tiempo que su carrera como actor iba creciendo. En 1976, Molina se sintió preparado para tener un mayor control de sus películas, y además de escribir el guión y protagonizarlas, inició una nueva faceta como director en la película “Inquisición”. A lo largo de su vida llegó a dirigir 14 películas, firmadas todas, al igual que los guiones, con el nombre de Jacinto Molina.
La pasión de Jacinto Molina por el cine de terror clásico, con especial fijación por las películas producidas por la Universal en la década de los 40, y por la productora británica Hammer en los 60 y 70, marcaron el pulso de la mayor parte de sus películas como director, siempre elegante y estético, con un especial gusto por lograr la ambientación adecuada a sus historias.
Otra influencia a subrayar fue el Giallo italiano, identificable especialmente en sus guiones para dos películas de mediados de los 70: “Los Ojos Azules de la Muñeca Rota” y “Una Libélula para Cada Muerto”, dirigidas por Carlos Aured y León Klimonsky, respectivamente.
3. Paul Naschy
Aquel guión original sobre el hombre lobo que no pudo protagonizar Lon Chaney Jr. supuso un momento crucial para la carrera de Jacinto Molina. Con la película en manos de la productora alemana HIFI Stereo 70 Kg, varios fueron los nombres que se barajaron para encarnar al protagonista, hasta que los productores le ofrecieron la alternativa a Molina. Su físico atlético le hacía un buen candidato para encarnar a la bestia, sin embargo, para el artista, esa era una gran responsabilidad, ya que hasta entonces nunca había llevado a cabo un personaje de tanta entidad en una película. Tras una primera prueba todos quedaron convencidos y Jacinto Molina pasó a protagonizar “La Marca del Hombre Lobo”, aunque con una condición: para poder vender la película en el mercado internacional, un nombre tan castizo como Jacinto Molina no resultaba un buen reclamo comercial, por lo que, para esta nueva faceta de actor, adoptó el seudónimo artístico de Paul Naschy.
El hombre lobo no fue el único monstruo clásico del repertorio del actor. También interpretó, por ejemplo, al famoso conde transilvano en “El Gran Amor del Conde Drácula”, o a Amenhotep en “La Venganza de la Momia”. En todas estas películas el actor disfrutaba homenajeando a nombres ilustres como Boris Karloff, Bela Lugosi, Christopher Lee, Peter Cushing, o Lon Chaney Jr., pero también se esforzaba para dar un giro al personaje y hacerlo suyo. Otro rasgo peculiar de la filmografía de Paul Naschy era su habilidad para desdoblarse en diferentes papeles en una sólo película, como en “Dr. Jeckyll y el Hombre Lobo”, donde interpretaba a las dos criaturas, o “El Aullido del Diablo”, donde dio vida a 8 personajes, incluyendo el Fantasma de la Opera, la Criatura de Frankenstein, o El Demonio.
4. Waldemar Daninsky
Pese a todo, su gran personaje, aquel que más a menudo revisitó, fue el de Waldemar Danisnky, su hombre lobo particular. En el primer guión de “La Marca del Hombre Lobo”, el personaje principal se llamaba José Hurdubro, sin embargo, este concepto de Hombre lobo español fue rechazado de pleno por la censura de nuestro país, obligando a Molina a cambiar la nacionalidad del personaje. En ese momento, Molina decidió bautizarlo Waldemar Daninsky y hacerlo de origen polaco, ya que éste era un pueblo al que el artista respetaba profundamente por su resistencia a toda una historia de sufrimientos y persecución.
A partir de este primer título , Waldemar Daninsky se convirtió en un personaje desubicado, errante en el tiempo y el espacio, al que Naschy situó en aquella época o aquel lugar que le interesara para cada nueva historia. Así nos encontramos casos curiosos como “La Bestia y La Espada Mágica”, ambientada en el Japón Medieval, aprovechando la estancia de Jacinto Molina en el país para llevar a cabo una serie de documentales sobre arte español, o “La Maldición de la Bestia”, en la que se emparenta el linaje del hombre lobo con el Yeti del Himalaya. Daninsky fue su primer papel importante en el cine, y le acompañó durante 36 años, haciendo su última aparición en la cinta de Fred Olen Ray “Tomb of the Werewolf”.
5. Alaric de Marnac
Otro personaje clave en la carrera de Paul Naschy fue Alaric de Marnac, cuya primera aparición en la pantalla tuvo lugar en 1972 en la película “El Espanto Surge de la Tumba”. Molina creó el personaje inspirándose en la figura real de Guilles de Rais, un noble francés del siglo XV que se convirtió en un asesino de niños. En la primera película Alaric regresaba de la tumba dispuesto a continuar su diabólica labor. El personaje volvió a aparecer en “El Mariscal del Infierno”, una especie de precuela donde se contaba la historia original del Baron Gilles De Lancré. Finalmente, Alaric de Marnac cerraría su paso por las pantallas de cine en 1983 con “Latidos de Pánico”, la única de las tres que estuvo también dirigida por Jacinto Molina, recogiendo el testigo de Carlos Aured y León Klimonsky.
La carrera de Jacinto Molina contó con otros importantes personajes y películas, sin embargo, fueron estos nombres los que ayudaron a forjar la herencia mítica de este actor.
LA CONSTRUCCIÓN DE UN ICONO DEL CINE
1. Otros Títulos de la Filmografía de Paul Naschy
Aparte de sus personajes de Waldemar Daninsky y Alaric de Marnac, Paul Naschy fue un actor de amplia filmografía, dispuesto a convertirse en un referente de un género poco transitado por la cinematografía de nuestro país. Desde el principio de su carrera tuvo que enfrentarse a la incomprensión y el desprecio que, desde dentro de la industria, se tenía por el cine de terror, mientras que en el extranjero, en Francia, Alemania, e incluso en Estados Unidos, su figura era reconocida como un icono. Si bien en la última etapa de su carrera Naschy se vio reverenciado por una nueva generación de cineastas y espectadores que recuperaban sus películas de los años 70, hasta el último momento de su vida ansió verse reconocido por una industria que nunca le aceptó y que siempre menospreció su labor.
Es cierto que Paul Naschy no era un gran actor, y que su filmografía era francamente irregular. Hay títulos que hoy en día deberían ser reivindicados y otros sobre los que sería mejor correr un tupido velo. Sin embargo, el legado de Paul Naschy va más allá de esto. En primer lugar, al igual que sucediera con algunos de sus ídolos, como Bela Lugosi o el propio Lon Chaney Jr., su posición en la historia del cine va más allá de su carrera como actor. Paul Naschy era un icono cinematográfico y como tal será ya para siempre una imagen imborrable del cine. Hay que recordar que exceptuando a Chaney, quien al fin y al cabo fue el hombre lobo original, interpretándolo en cinco películas a lo largo de la década de los 40, nadie representa mejor que Naschy la figura del licántropo en el cine. Incluso en cierta forma podemos ver entre ambos actores una cierta continuidad, ya que Naschy interpretó por primera vez a Waldemar Danisnky en 1968, mientras que Chaney dio su adiós al cine en 1971, con la película de Al Adamson, “Drácula contra Frankenstein”.
Paul Naschy fue ante todo un defensor de la importancia del género de terror como género cinematográfico, pero también como medio para llegar a un público mayoritario. Es cierto que en algunas de sus películas vemos determinadas críticas a la censura, a la iglesia como institución, referencias históricas o incluso referencias a los contrastes sociales en nuestro país, sin embargo en todo momento estos elementos cumplían una función secundaria, frente al objetivo primordial, que era entretener al espectador y ofrecerle una historia de terror en su sentido más clásico. De ahí ese gusto por utilizar figuras emblemáticas del género, que fueran perfectamente identificables por el espectador y que establecieran un puente de unión con las populares películas producidas en Estados Unidos por la Universal o por la Hammer en Gran Bretaña. Como sucediera con el Peplum o el Spaghetti Western, Naschy formó parte de una generación de artistas que buscaban replicar desde España los logros del cine fantástico anglosajón, sin olvidar sus raíces centroeuropeas, con el fin de ayudar a dar continuidad y estabilidad a la industria.
El cine de Paul Naschy, en su vertiente interpretativa, o de Jacinto Molina, en los apartados de guión y dirección, es cine de autor desde el momento en que hay una implicación personal en cada una de sus obras. No son meros trabajos alimenticios o de encargo. Sin embargo, sí es verdad que además de las sagas de Waldemar Danisnky o de Alaric de Marnac, en su filmografía hay otros títulos en los que la intervención del artista era diferente, por lo que tenían de novedoso y de excepcional en su carrera. Aquí podemos hablar de títulos como “El Huerto del Francés”, donde Molina ofreció uno de sus trabajos más logrados, al adentrarse en el caso real de Juan Andrés Aldije, un psicópata español de finales del siglo XIX, marcado por un ambiente de ignorancia y miseria.
Por otro lado, Naschy aceptó participar también en títulos como “Buenas Noches, Señor Monstruo” o “Aquí Huele a Muerto”, donde se parodiaba su imagen de figura del cine de terror. Tal vez no fueran trabajos que ayudaran a dignificar esa imagen que la industria tenía de él, pero sí demostraban que, a pesar de los prejuicios que se tenía hacia él, nadie dudaba de que, cuando de hablaba de cine de terror en nuestro país, su nombre era ineludible.
2. Sexo y Muerte
Un elemento común en gran parte de la filmografía de Jacinto Molina y que también forma parte de las características del género, es la unión de sexo y muerte. Desde los orígenes de la censura, el cine fantástico ha buscado la forma de romper barreras acercándose a la sexualidad de una manera metafórica. La imagen de los dientes del vampiro penetrando en el cuello de sus víctimas femeninas se utilizó como símbolo de la relación sexual, y a medida que las leyes hacia la presencia de elementos eróticos en pantalla se iba haciendo más permisiva, el cine de terror empezó a inundarse de voluptuosas actrices de generosos escotes. Ya la Hammer en los 60 hizo un amplio uso de este tipo de insinuaciones, y el cine de Jacinto Molina no iba a ser menos. En sus primeras películas de terror, ya incluso desde “La Marca del Hombre Lobo”, el artista se las tuvo que ver con la censura para poder aportar a su historia un cierto grado de erotismo, por un lado para cubrir este necesario vínculo entre la sexualidad y la violencia de las escenas más sangrientas, y por otro, por que además servía de gancho comercial para atraer al público a la sala.
Superada la dictadura en nuestro país, sus películas se vieron liberadas de estas restricciones, haciendo un mayor uso del desnudo femenino, e incrementando también lo explícito de algunas imágenes sangrientas. Este uso del sexo se hizo siempre de manera elegante. Jacinto Molina se caracterizó también siempre por ser un caballero con sus actrices, y tanto su erotismo velado, como las escenas más explícitas, respondían al gusto estético del artista. Por otro lado, él mismo también entró en ese juego. No hay que olvidar que su pasado de atleta le había proporcionado un físico musculoso, que el actor no dudaba en exhibir en sus años de juventud.
En lo referente a las escenas gore, nos encontramos también con un paulatino incremento de los efectos de maquillaje, cada vez más elaborados y sangrientos, aunque sin caer nunca en la sobreexplotación de estos elementos. Al fin y al cabo, Jacinto Molina era un cineasta forjado en una escuela del terror donde era más importante sugerir que mostrar.
3. Recuperación en los 90
Si a lo largo de los 70, la carrera del artista fue muy prolífica, en los 80 y gran parte de los 90, muchos de sus proyectos se vieron lastrados. Si bien, fue la época de películas como “El Retorno del Hombre Lobo” o “La Bestia y la Espada Mágica”, su filmografía entró en decadencia, participando incluso en series de televisión como “Mi Querido Maestro”, o las ya mencionadas comedias “Buenas Noches, Señor Monstruo” y “Aquí Huele a Muerto”.
Fue a finales de los 90 que la percepción existente hacia el cine de terror iniciado por Naschy y otros cineastas empieza a cambiar gracias a la llegada de nuevos cineastas que redescubren estas películas y buscan reivindicarlas de cara a generar en nuestro país un resurgir del cine de terror. Naschy se convierte en un fetiche para algunos de estos cineastas, solicitándole que participe en películas como “School Killer”, “Mucha Sangre” o “Rojo Sangre”. En la mayor parte de los casos no se trataba tampoco de películas especialmente destacables, pero gracias a ellas, el actor por fin veía en su país un reflejo del respeto que se le tenía en el extranjero.
4. Homenajes
Este proceso de recuperación de la carrera de Paul Naschy en España se vio incrementado en los últimos años con premios y homenajes al conjunto de su carrera. Su filmografía y su vida ha sido materia de estudio para un libro de reciente publicación, obra de Ángel Agudo, y su figura fue decisiva para la creación del Festival de Cine Fantástico y de Terror de Estepona, donde uno de los premios lleva su nombre.
Por otro lado, en sus últimos años de vida, Jacinto Molina recuperó a sus personajes de Waldemar Daninsky y Alaric de Marnac como guionista de comics ilustrados por Javier Trujillo, que suponían un medio de seguir desarrollando las historias de estos dos personajes a los que ya por edad y enfermedad Naschy no iba a poder volver a interpretar en el cine.
5. Conclusión
Paul Naschy falleció en un momento en el que su figura estaba siendo reivindicada de cara a la industria. Si bien artistas como Joe Dante, Wes Craven, John Landis, Quentin Tarantino, o Steven Spielberg siempre admiraron el trabajo del actor, la industria del cine español sigue teniendo una deuda histórica con él. Algo que esperamos que los diferentes homenajes que se han sumado al duelo por su pérdida ayuden a solventar.
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