Niño terrible de los estudios Disney, creador de dos cortos inclasificables, como son “Vincent” y “Frankenweenie”, Tim Burton ya era una personalidad destacada antes de realizar su primer largometraje. Sin embargo, lo más llmativo de su filmografía es que con los años prácticamente ha logrado mantenerse impermeable a las presiones de los grandes estudios, desarrollando una imaginería propia y una filmografía alejada de toda ortodoxia.
No es de extrañar que habiendo nacido en Burbank, California, lugar de origen también de uno de los principales estudios de animación de Walt Disney, el joven Burton sintiera desde muy joven una necesidad de relacionarse con lo que le rodeaba a partir del dibujo. Gran admirador de los cuentos y las películas clásicas de terror, su pasión por el arte le llevó a estudiar en el California Institute of the Arts, donde logró una beca para trabajar en la Factoría Disney (participando en el equipo de animación de películas como “Tarón y el Caldero Mágico” o “Todd y Toby”). Su periodo de formación allí no fue muy estimulante y el joven artista sentía su creatividad coartada por el sistema industrializado de trabajo del estudio (ha confesado que desarrolló la capacidad de dormir con el lápiz en la mano para simular que seguía dibujando). Pese a todo, la Disney le permitió desarrollar sus primeros trabajos como director, especialmente los cortometrajes “Vincent” y “Frankenweenie”. El primero era un tributo a su actor favorito, Vincent Price, logrando que el veterano actor prestara su voz como narrador de la película. El segundo homenajeaba también al cine de su infancia, concretamente al “Frankenstein” de James Whale. En estos dos cortometrajes, Burton demostró poseer ya una estética peculiar, a medio camino entre lo gótico y lo grotesco.
“La Gran Aventura de Pee-Wee” se convirtió en su primer largometraje. El film adaptaba las andanzas de un conocido personaje televisivo en los Estados Unidos, encarnado por Paul Reubens, quien quedó encandilado con “Frankenweenie” y requirió a Burton para dirigir el film. La película incorporaba gran parte de los elementos que han hecho el cine de este director tan particular. Al igual que todos sus protagonistas posteriores (y el propio Burton), Pee Wee es un ser inadaptado en una sociedad que no es capaz de asimilar su excentricidad y su enorme capacidad creativa. En ese sentido podemos ver cómo el director transfiere a sus protagonistas su visión de la realidad y los utiliza para convertirse en su voz ante el mundo. La grotesca dirección artística, el gusto por la teatralidad, el absurdo, y el humor negro son otros elementos a destacar que han pasado a convertirse en señas de su autor. Además ya desde este primer largometraje podemos observar una búsqueda de un equipo fiel, afín a su concepción del cine. En ese sentido tenemos que destacar la presencia del compositor Danny Elfman, con quien ha mantenido a lo largo de lo años una excelsa colaboración.
Tras su debut como director, Burton recibió un guión con el que enseguida se sintió identificado, “Bitelchús”. Esta afinidad le dio libertad para seguir desarrollando un estilo visual propio, cada vez más exagerado y caricaturesco, en continua fuga de los parámetros realistas. Esta macabra comedia se convirtió en su primer éxito de taquilla, demostrando la rentabilidad del peculiar estilo visual de Tim Burton, en el que se mezclan la mitomanía por los clásicos del género fantástico, con una visión mordaz del modo de vida americano. La película incorporó algunos momentos memorables, como la famosa secuencia de la sesión de espiritismo con música de Harry Belafonte. 
El éxito de “Bitelchús” le avaló frente a los productores de la Warner para llevar adelante uno de sus proyectos más ambiciosos, “Batman”. Ésta pasó a ser su primera superproducción y con ella la Warner quería unirse al carro de la celebración del 50 aniversario de la creación del personaje. El “Batman” de Tim Burton sería la película definitiva que hermanaría el cine con el mundo del cómic, y su influencia se puede apreciar en el boom del cine de superhéroes que tenemos hoy en día. La película supuso además el reencuentro de Burton con Michael Keaton, protagonista de “Bitelchús”, cuya elección para interpretar al superhéroe y su alter-ego fue tremendamente criticada antes de su estreno, pero que finalmente acabó contentando a los fans más escépticos. Sin embargo, el nombre clave del casting fue la elección de Jack Nicholson como El Joker. Nicholson exigió carta blanca para desarrollar el personaje a su manera, y que su nombre encabezara el cartel por encima de su protagonista, tomando así el testigo del Marlon Brando de “Superman”, quien también aparecía acreditado por encima de Christopher Reeves, a pesar de que su participación en la película era muy reducida. La película evidenciaba la impronta del director, sin embargo, esta primera experiencia con una superproducción no fue especialmente motivadora debido a las presiones del estudio, que no terminaba de confiar en la capacidad del joven director y su peculiar estilo visual.
Tras “Batman”, Burton acometió un proyecto más personal, “Eduardo Manostijeras”. A partir de un guión de Caroline Thomson (con la que volvió a coincidir en “Pesadilla antes de Navidad” y “La Novia Cadáver”), la película es un cuento fantástico dotado de gran belleza y sensibilidad, reuniendo muchas de las constantes estéticas y culturales de su autor. De todos sus personajes inadaptados, quizás Eduardo sea el que tiene más puntos en común con el director, permitiéndole además volver a retomar una historia clave en su filmografía, el mito de Frankenstein. Burton volvió a contar con uno de sus ídolos, Vincent Price, en la que sería la última aparición en pantalla del mítico actor. Además dio el papel protagonista a Johnny Depp (por encima de estrellas más asentadas, como Tom Cruise), quien con los años se ha convertido en su actor fetiche. 
La Warner volvió a requerir la presencia de Tim Burton para el regreso a la gran pantalla de las aventuras del hombre murciélago en “Batman Vuelve”. En esta ocasión Burton se desenvolvió más cómodamente por el terreno de la superproducción, aprendiendo de los errores cometidos en la anterior película del personaje de DC. Este segundo Batman fue un título más personal, y toda la atención se centró en los personajes principales, auténticos monstruos de feria (las referencias a “Freaks. La Parada de los Monstruos” de Todd Browning no son gratuitas) que poco tenían que ver con su referente en el cómic. Danny DeVito quiso suplir al Jack Nicholson de la primera parte, sin embargo, quien verdaderamente se llevó el gato al agua (nunca mejor dicho) fue Michelle Pfeiffer con su papel de Catwoman (el propio Burton estuvo barajando la posibilidad de dirigir un spin off del personaje, que al final acabó rodando 12 años más tarde el francés Pitof con Halle Berry en el papel protagonista). “Batman Vuelve” repitió el éxito comercial de la primera parte, pero esta película adolecía de un fallo que se le suele achacar al cine de Burton, la predominancia de lo visual sobre el guión. La historia avanzaba a trompicones y en ocasiones los giros del argumento resultaban más una excusa para introducir las obsesiones propias y los guiños privados del director.
Aunque no la dirigió, “Pesadilla antes de Navidad” es, sin duda, una película claramente Burtoniana (filtrada también por la visión personal de un director afín, Henry Selick). En ella podemos ver que, gracias a la animación, Burton por fin logra desentenderse de ese mundo real que tanto le molesta, y vuelca en la película toda su visión gótica y grotesca del mundo. “Pesadilla antes de Navidad” supuso además el regreso triunfal del enfant terrible a la Disney, el hijo pródigo regresaba para hacer en la factoría de Mickey Mouse lo que había querido hacer desde un principio.
Su siguiente proyecto como director fue el surrealista biopic del catalogado como peor director de la historia del cine, “Ed Wood”. De nuevo con Johnny Depp a su lado, la película era una extraña oda al cine, una explosión de mitomanía hacia todo aquello que a Burton le gusta del séptimo arte. La recreación que Martin Landau hizo de Bela Lugosi era prodigiosa, y por fin Burton logró que la realidad encajara en su universo, sin tener que recurrir a bioexorcistas, superhéroes, o autómatas vestidos de cuero. 
Tras hablar de la vida del director de “Plan 9 del Espacio Exterior”, Burton tuvo la necesidad de hacer su propia película de Ed Wood, para ello recurrió a una conocida serie de coleccionables en Estados Unidos y dirigió, “Mars Attacks”, una parodia con saña del cine de ciencia ficción de los años 50 y de la sociedad que le ha tocado vivir, que no dejaba títere con cabeza. Burton abandonó a la humanidad a su suerte, y se situó en el bando de los extraterrestres, permitiéndoles exterminar a gran parte del star system de Hollywood, desde Jack Nicholson, hasta Tom Jones, pasando por Pierce Brosnan, Glenn Close, Rod Steiger, Michael J. Fox, Sarah Jessica Parker o el humorista Martin Short. “Mars Attacks” supuso el primer fracaso comercial en la carrera del director, lo que le produjo una profunda depresión.
Burton se tomó la revancha dirigiendo tres años más tarde “Sleepy Hollow”, un film que trasladaba a la pantalla una historia creada por Washington Irving acerca de un fantasmal jinete sin cabeza que causa terror en una pequeña villa del siglo XVIII. En esta ocasión, Burton rememoró las películas de la Hammer y otorgó un papel a Christopher Lee, uno de los nombres legendarios del estudio británico. Sin ser su mejor obra, la película cuenta con una magnífica puesta en escena, y alterna con gran eficacia los momentos de terror y suspense con el humor absurdo. Además, la película sumaba una nueva colaboración con Johnny Depp, la tercera de su carrera.
“Sleepy Hollow” se encargó además de reconciliar a Burton con el público general, aunque fuera temporalmente. En 2001 se anunció que la 20th Century Fox estaba preparando un remake de “El planeta de los simios” y el director anunciado para hacerse cargo del proyecto fue Tim Burton. Este era un título prometedor, prestando al cineasta una nueva oportunidad de ofrecer su visión de la sociedad a partir del reflejo distorsionado de una civilización gobernada por simios. Desgraciadamente la película resultó decepcionante. Esta nueva revisión de la novela de Pierre Boulle tenía algunos aspectos positivos, como el maquillaje obra de Rick Baker, pero carecía de originalidad e inventiva visual, algo impensable en la trayectoria de su director. Este nuevo fracaso dejó, una vez más, marcado al director, y hoy sigue siendo un tema tabú en las entrevistas.
Nuevamente, Burton renació de sus cenizas y regresó a su mundo de imaginación con “Big Fish”, una cinta que alternaba realidad y ficción. La película puede verse como una versión más madura de “Eduardo Manostijeras”, en la que el director hace un nuevo acercamiento al mundo de la cuentística, esa realidad paralela que reversiona el mundo real en clave de fantasía, todo ello con un envidiable pulso narrativo y un reparto de lujo, encabezado por Ewan Mcgregor, Jessica Lange y Albert Finney.
En 2005, Tim Burton estrenó dos películas, “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, y “La Novia Cadáver”, ambas rodadas de manera simultánea. La primera es una adaptación del famoso cuento de Roald Dahl, en la que de nuevo volvió a coincidir con Johnnie Depp que interpretó al inefable Willy Wonka. La película nos vuelve a recuperar al Tim Burton grotesco de sus inicios, apoyándose en esta ocasión en el magnífico trabajo de diseño de producción de Alex McDowell, quien ya se había encargado de los imponentes diseños de dos títulos de Steven Spielberg, “Minority Report” y “La Terminal”. Sin embargo, pese a ser una historia que daba pie a un despliegue de imaginación, la cinta carece de garra narrativa y los añadidos al relato original, como la infancia de Wonka, pese a que nos permite volver a ver a Christopher Lee en pantalla, resulta un estorbo para la historia. 
“La Novia Cadáver”, por otro lado, supuso un regreso al cine de animación, en la que, esta vez sí, Burton se situó como director, tomando como punto de partida un cuento popular ruso. Nos encontramos ante una excelente película, cuya única pega sería que bebe demasiado de las fuentes de “Pesadilla antes de Navidad”, sin llegar a alcanzar su innegable maestría. 
Un elemento que conectaba estas dos películas era su vínculo con el musical (ya fuera a través de las canciones de los Oompa Loompa de Willy Wonka o los números musicales compuesto por Danny Elfman para “La Novia Cadáver”, al igual que hiciera años atrás para “Pesadilla antes de Navidad”), por eso no era de extrañar que tarde o temprano Tim Burton se atreviera con este género de manera directa. En 2007 se estrenó “Sweeney Todd”, adaptación del popular musical de Stephen Sondheim. Se trataba de un proyecto arriesgado, no sólo por la poca proyección que podía tener un musical a nivel comercial, sino también por las complejidades que acarreaba esta obra en concreto (el libreto de Sondheim no es sólo musicalmente difícil, sino también oscuro y sangriento). El resultado fue excepcional gracias en gran parte a un excelente reparto y a unos asombrosos decorados obra de Dante Ferretti.
Ahora Burton regresa a las pantallas con una versión libre de la obra de Lewis Carroll “Alicia en el País de las Maravillas”. Abierta a la imaginería habitual del director, la película ofrece un nuevo despliegue visual, que queda lastrado por ese innecesario intento de dar una cierta coherencia argumental a esta nueva visita de Alicia a la tierra de la Reina de Corazones, erradicando de esa manera una de las principales virtudes de la novela.
En cualquier caso, ya sea por la moda del cine en 3D, por la presencia, una vez más, de Johnny Depp en el reparto como el Sombrerero Loco, o por esa legión de fans de Burton que, por regla general, nunca le abandonan, esta película se ha convertido ya en un nuevo éxito de taquilla para el cineasta, avalando el presupuesto de sus futuros proyectos, entre los que se encuentran una versión en forma de largometraje de su corto “Frankenweenie”, la adaptación de la serie de televisión británica “Dark Shadows”, y “Maleficient”, revisión del cuento de “La Bella Durmiente”, desde la perspectiva de su villana, La Bruja Maléfica.
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