PRIMERA LECTURA: DELITOS Y FALTAS
En “La Niebla y La
Doncella” hemos encontrado la confluencia de dos películas diferentes, pero
complementarias. La primera, la más evidente, supone el primer largometraje
como director del guionista Andrés Koppel, basado en la novela de Lorenzo Silva
dentro de su serie de procedimentales protagonizados por
el Sargento Bevilaqua y la Cabo Chamorro.
Se trata de un policíaco
puro y duro, con todas las claves, los esquemas y las trampas del
procedimental, narrado con solvencia por parte de su director y guionista, y
que ofrece al espectador un visionado entretenido y bien construido. El género policíaco parte de la base de que todos los personajes mienten y todos tienen
algo que esconder. Es responsabilidad del escritor o, en este caso, el director y guionista saber diseminar las pistas para que, una vez desvelado el misterio, el
espectador no sienta que le han engañado y que, si no ha resuelto la identidad
del asesino, no sea por falta de migas de pan que le guíen en el camino. En
este sentido, ni Lorenzo Silva, ni Andrés Koppel han pretendido reinventar el
género, sino ser fiel a sus características. “La Niebla y La Doncella”, como
buen criminal, busca esconder sus huellas y desviar la atención del espectador,
pero al mismo tiempo cumple con las estructuras y los clichés narrativos, que
acaban convirtiéndose en los principales indicios acerca de la identidad del
asesino (y hasta ahí podemos leer). Se trata de una cinta donde, aparte de su
trama detectivesca, se trabaja el concepto de culpa que persigue, de una manera
u otra, a todos los personajes. Es recurrente que este tipo de historias, que
se construyen entorno a aspectos policiales y jurídicos, acaben volando por
encima de cuestiones meramente legalistas y prefieran profundizar más en el
alma humana y su complejidad moral. “La Niebla y La Doncella” habla
precisamente de la culpabilidad, por los actos realizados o por las cobardías
escondidas, y en ella encontramos la razón de ser de todas las mentiras y los
secretos que esconde el crimen principal, pero también la complejidad
psicológica de los propios protagonistas, Bevilaqua y Chamorro, cuyos
conflictos personales se cruzan con el modo en que investigan el caso que
tienen sobre la mesa.
Desde el punto de vista
interpretativo, se agradece ver a un Quim Gutiérrez alejado de su rol habitual
y ofreciendo un Bevilaqua aparentemente equilibrado y resolutivo, pero que
esconde una gran rabia interior. El actor mantiene una excelente química con
una fantástica Verónica Echegui (a nuestro entender el plato fuerte
interpretativo de la cinta) y de manera más discreta, bien controlada para no
romper la dinámica establecida por el escritor en las novelas, con Aura
Garrido. La actriz realiza una buena composición de personaje y tiene momentos
destacados en la cinta, pero sí es cierto que en esta historia Chamorro tiene
un rol más secundario. A ellos se suma, cerrando un cuarteto de lujo un
estupendo Roberto Álamo, muy comedido en su papel, y la colaboración especial
de Marián Álvarez, en un personaje muy pequeño, prácticamente sin diálogo y que se mueve más por miradas. Como
guionista, Koppel sabe establecer dónde están los puntos fuertes de la
narración y su puesta en escena da dinamismo a la imagen, aunque sí apreciamos
un clímax final un tanto precipitado y atropellado. La fotografía saca un
excelente partido de los paisajes de La Gomera y juega muy bien con uno de los
dos elementos que ya aportaba el título de la novela, la niebla, dando al
escenario una cualidad ominosa y, en ocasiones, hasta fantasmagórica, que
ayudan a dar la atmósfera correcta a la trama. “La Niebla y La Doncella” es,
por lo tanto, una cinta consciente de su naturaleza de producto comercial,
realizado con honestidad y solvencia, y que tampoco aspira a mucho más salvo
atraer y entretener al espectador con un buen relato. Para algunos, será un
título que requerirá un segundo visionado con el fin de atender mejor a los
detalles, para otros (nuestro caso), una trama algo predecible si se saben leer
los patrones del género.
SEGUNDA LECTURA. EL TRIUNFO DEL CINE EN CANARIAS
Existe, sin embargo, otra
película detrás de la evidente, no tanto a nivel argumental, pero sí en lo que
se refiere a su identidad, y tiene que ver con la situación del sector
audiovisual en Canarias y su crecimiento en las últimas dos décadas. Desde el
punto de vista nacional, Andrés Koppel es un guionista que se ha labrado un
lugar en la industria gracias a sus libretos para títulos como “Intacto”,
“Noche de Reyes” o, más recientemente, “En Zona Hostil”, además, su labor como jefe
de desarrollo de proyectos en Sogecine hasta 2001 y como docente.
En Canarias, Koppel es también
uno de los principales representantes de una generación de cineastas que
devolvió a las islas el sueño de hacer cine en la década de los 90. En un
archipiélago donde la relación con el cine ha sido discontinua, con periodos de
crecimiento, pero también de desafección y derrota, nombres como Juan Carlos
Fresnadillo, Miguel Ángel Toledo, Elio Quiroga o el propio Koppel lograron
romper el insularismo y dar el salto tanto a la industria nacional como a la
internacional. Con la llegada del cine digital, ya en el nuevo siglo, las
reglas del cine cambiaron y la generación posterior se ha tenido que enfrentar
a las virtudes, pero también a los hándicaps de la nueva tecnología. En este
proceso, Koppel ha ejercido un papel fundamental, a través de su participación
en proyectos audiovisuales como el LEAC, su cruzada particular por la formación
y ahora con “La Niebla y La Doncella”. Es cierto que las políticas implantadas
en los últimos años han potenciado los rodajes nacionales e internacionales en
las islas, y que, precisamente, Tornasol, la productora detrás de esta
adaptación de Lorenzo Silva, ha sido de las que más han sabido aprovechar estas
ventajas fiscales. Sin embargo, en todas esas películas tanto los platós
naturales, como la participación de equipo técnico y actores de las islas
quedaba en un mera herramienta, un engranaje más dentro de la máquina global
del cine.
“La Niebla y La
Doncella” (como ya hiciera años atrás “Intacto”, precisamente con Koppel en el
rol de guionista) va más allá de ahí. El conocimiento del entorno, geográfica y
culturalmente, pero también la estrecha relación con el sector audiovisual de
las islas han propiciado que la cinta entregue el protagonismo definitivo que
el sector venía reclamando para demostrar su valor. Quizás fuera de las islas
lo que impere sea la identidad comercial de producto de género, pero aquí
destaca más la naturalidad y la fuerza con la que los particularismos del
archipiélago inundan la historia y definen a los personajes. Destaca también el
modo en que los actores de las islas se integran con el reparto estelar
principal, no sólo sin desmerecer, sino incluso llegando a robar escenas
(importante subrayar aquí la labor de Beneharo Hernández y Alba Tonini); o la
excelente aportación de un equipo técnico bien armado y predispuesto (como
ejemplo, la extraordinaria labor de segunda unidad realizada por Aarón Melián,
responsable de la apabullante persecución inicial). Particularmente, más allá de
las flaquezas y las fortalezas que pueda mostrar la película, de su discurso de
género y su naturaleza de producto comercial, es aquí donde nosotros
encontramos el gran triunfo de Andrés Koppel con esta película, en su habilidad
para utilizar todos estos componentes como un macguffin hitchcoriano, donde la
verdadera historia, el verdadero misterio desvelado, es el triunfo del cine en
Canarias y su estado de absoluta madurez para seguir estableciendo su propia
industria si se sigue contando con los apoyos adecuados y estos se siguen
potenciando.
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