Uno de los secretos del éxito y la
longevidad de los Estudios Disney es su capacidad para reinventarse cada cierto
tiempo, sin perder los conceptos básicos de su identidad cinematográfica. En
ocasiones, estos cambios tardan en llegar o pasan por un periodo de indecisión,
pero finalmente, acaban encontrando el camino para mantenerse como el principal
referente dentro del mundo de la animación. La pasada década, la explosión de
las producciones de Pixar, junto con la competencia brutal de Dreamworks
Animation o, en menor medida, Blu Sky, cogió con la guardia baja a la factoría
del Tío Walt. En 2004, “Zafarrancho en el Rancho” finiquitó aquella época
dorada que nació con “La Sirenita” en 1989 (y que venía renqueando desde el
2000 con “Dinosaurios”), llevándose consigo el último estudio de animación
tradicional de la empresa. A partir de ahí, títulos como “Chicken Little”,
“Salvaje”, “Descubriendo a los Robinsons”, “Bolt” o “Tiana y el Sapo”
definieron una fase en la que la Disney no sabía si plegarse al modelo de su
principal competidora o seguir apostando por el clasicismo de las dos décadas
anteriores. La solución a este conflicto de identidad llegó en 2010 con
“Enredados”, cinta que estableció el tono y la estética de la última andadura
del estudio. La mezcla de aventuras, comedia, un tono menos trascendente en sus
historias y un estilo visual fresco y colorido abrió las puertas a otros éxitos
como “Rompe Ralph”, “Frozen” o “Big Hero 6”, donde la influencia de los
videojuegos o el mundo del cómic les reconcilió con las nuevas generaciones de
espectadores.
El último título en sumarse a esta
corriente ha sido “Zootrópolis”, película en la que el estudio fusiona dos
conceptos diferentes. En primer lugar, la película bebe de las películas de
colegas de los años 80 y 90, aquellas que nacieron con títulos como “48 horas”
o “Arma Letal” y que tan prolíficas fueron a finales del siglo XX. Fiel a esa
combinación de contrarios que define este subgénero, aquí no sólo encontramos
dos protagonistas de personalidad diferente, sino que se juega con las
características de dos enemigos universales del reino animal, el zorro y el
conejo. La protagonista es Judy Hopps, la primera conejita policía, entusiasta
y emprendedora, aunque naíf e inexperta. A su lado tenemos a Nick Wilde, un
zorro pícaro, acostumbrado a sobrevivir a base de astucia y chanchullos,
moralmente displicente, pero dispuesto a entrar por el buen camino si eso le
beneficia. A partir de ahí los directores y los guionistas desarrollan un juego
del gato y el ratón, según el cual, cuanto más contraste encontramos entre los
dos héroes, más cercanos nos parecen y mejor van limando asperezas y
complementándose. El humor juega una baza muy importante en este proceso, sacando
partido a los lugares comunes para generar complicidad con el espectador.
Curiosamente, junto con el guiño cinéfilo, el segundo concepto que rige toda la
película es precisamente la necesidad de romper con esos clichés y prejuicios.
Si bien a priori la definición de personajes y el concepto general de esa
zootrópolis se construye sobre las características estereotipadas que definen a
cada raza animal (salvo los dos protagonistas, el resto de los personajes
cuentan con poco tiempo para darse a conocer al espectador), el desarrollo
argumental se dedica a dinamitar estos conceptos, apoyándose en el más
cinematográfico “nada es lo que parece”. Si décadas atrás Disney nos convenció
de que la belleza está en el interior, ahora (como ya sucediera con “Rompe
Ralph”) busca recordarnos que, con esfuerzo y tesón, podemos superar los
condicionamientos que nos ha puesto la naturaleza para hacer de nuestra vida lo
que queramos que sea, de la misma manera que para construir una sociedad mejor
es necesario superar esos prejuicios y recelos hacia los demás.
Para llevar a cabo esta historia, el
estudio ha confiado en un conjunto de artistas que en los últimos años se ha
granjeado su confianza. El guion ha sido confeccionado por Jared Bush y Phil
Johnston (ambos vinculados a diferentes etapas creativas de “Rompe Ralph”),
mientras que la dirección corre a cargo de Byron Howard (“Bolt”, “Enredados”) y
Rich Moore (“Rompe Ralph”). Estos confeccionan una narrativa dinámica,
colorista, llena de humor y suspense. Si bien el argumento se basa en parodiar
los esquemas de las películas policíacas y de colegas, eso no quita para que la
trama esté bien armada y se sostenga sobre sí misma, con un flujo constante
entre elementos de comedia, tensión, suspense y emoción que enganchan al
espectador desde un principio y lo mantienen cautivo hasta el final. A nivel técnico, la cinta refleja el siempre
superior dominio técnico de los estudios Disney. En este sentido se trata de
una película extremadamente compleja, que aglutina muchos retos para el equipo
de animadores, como el trabajo con el pelo de los personajes (a destacar la
esponjosidad del pelaje de la protagonista), el contraste de texturas, el juego
con las diferentes escalas dependiendo del tamaño de cada especie animal, los
diferentes modos de andar y moverse de cada uno, complejos planos generales con
multiplicidad de elementos en pantalla, diversidad de localizaciones, cada una
con sus propias características (ambientes urbanos, rurales, helados). Todo
desarrollado con un minucioso afán de detalle que convierten a la película en
un prodigio técnico. En lo que se refiere a la partitura musical, Disney ha
vuelto a confiar en Michael Giacchino, quien el año pasado ofreciera al
estudio, a través de la división de Pixar, una de las mejores partituras del
año con “Del Revés”. En este caso, el compositor no ha alcanzado las cotas de
virtuosismo de la anterior, pero sí ofrece una partitura dinámica, variada y
divertida, con referencias a la samba o al jazz que reflejan esa mezclas de
especies y culturas dentro de la sociedad de Zootrópolis, así como manejando
perfectamente las referencias al género policíaco y otros guiños cinéfilos
(como cierto homenaje a la música italiana y a Nino Rota). Menos afortunada nos
pareció la incorporación de Shakira, si bien entendemos la introducción de la
canción “Try Everything” como práctica comercial dentro del apartado musical de
la película, los momentos que la cantante da voz al personaje de Gazzelle más
allá de sus secuencias musicales nos parece el punto flaco de una cinta por
otro lado sobresaliente.
En una época en la que el público
familiar parece cada vez menos interesado en las historias de princesas
encantadas y príncipes azules, los estudios Disney vuelven a apostar por otro
formato fresco y diferente, plenamente disfrutable por espectadores de todas
las edades.
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