Hacer una secuela de “Ocho Apellidos
Vascos” tenía muchos inconvenientes en contra. El primero era el factor tiempo,
la película debía realizarse en tiempo récord, porque está esa concepción según
la cual el público no tiene memoria y si se dilata mucho la fecha de estreno de
la película se corre el riesgo de que ya se hayan olvidado de la entrega
anterior, la hayan aborrecido o ya nos les importe ver cómo continúa. Hay que
aprovechar el impulso de la ola cuando aún no ha empezado a romper. Por otro
lado, el listón era alto, no tanto en lo artístico como en lo comercial.
Intentar emular a la película más taquillera del cine español tenía muchísimas
posibilidades de quedarse cortos a la hora de cumplir con los objetivos
económicos (por muy bien que le vaya la taquilla, en la visión industrial del
cine, una secuela que no cubre o supera los méritos recaudatorios de la
anterior se considera un fracaso). Por último, sus autores se encuentran ante
la encrucijada de tener que ampliar una historia que no nació con vistas a
prolongarse más allá del cierre planteado en el guion original. “Ocho Apellidos
Vascos” era una cinta sencilla y carente de ambiciones, que se benefició de la
empatía que generó entre el público y una campaña de marketing que la impulsó
más allá de sus posibilidades. Sus personajes no tenían base suficiente para llegar
más lejos de lo que ofrecían en aquella simpática, pero sencilla historia, y
una secuela presentaba el riesgo de evidenciar aún más esta limitación.
Empezamos por lo positivo, y es que
la secuela ya ha cumplido su primer objetivo, que era convertirse en el estreno
más taquillero del año, por encima de otras películas españolas, como “Ahora o
Nunca” (también con Dani Rovira) o “Atrapa la Bandera”, e incluso títulos
internacionales como “50 Sombras de Grey”, que era la que lideraba hasta ahora el
ranking de los mejores estrenos del 2015. Los 7,6 millones de euros recogidos
por “Ocho Apellidos Catalanes” la sitúan ya a nivel histórico como el tercer
mejor estreno de una película española, por detrás de “Lo Imposible” y
“Torrente 4”. Sin embargo, será a partir del próximo fin de semana, cuando el
hype bajo y el boca a boca haga su labor, que empezaremos a ver el verdadero
alcance que puede tener la película. A rasgos generales, nos encontramos ante
una película que no difiere mucho en cuanto a características y ambiciones
artísticas con respecto a la anterior. Si el contraste entre la cultura
sevillana y la vasca se convertía en la base de la anterior película, aquí
viene a sumarse a la ecuación los estereotipos sobre los catalanes, haciendo
especial interés en temas como el independentismo o el referéndum. “Ocho
Apellidos Catalanes” se ríe de la situación política y social actual en nuestro
país. Como en la anterior, lo hace sin sangre, sin buscar el conflicto, sino
más bien apelando a la conciliación a través de reírse de los estereotipos
propios. De manera amable y sencilla permite al espectador reírse de sí mismo y
de los grandes temas que nutren los programas informativos nacionales. En este
sentido se suma a una extensa tradición popular que siempre ha sabido encajar
bien entre el público general. Guionizada nuevamente por la dupla formada por
Borja Cobeaga y Diego San José, la cinta engarza gag tras gag, obteniendo
algunos momentos muy divertidos y despertando carcajadas entre el público. Sin
embargo, la diferencia radica en las expectativas, algo que debería ser ajeno a
la obra en sí, pero que desgraciadamente sí ha afectado también a su proceso de
elaboración. Esta misma película, en el mismo contexto en el que se estrenó su
precedente sería disfrutada como lo que es, una comedia simple y sencilla, que
no busca grandes reflexiones, sino el chiste puro y duro, que el espectador se
ría y que pase un rato agradable en la sala. El problema es cuando ese modelo
tan modesto de película pasa a convertirse en la balsa de salvación del cine
español.
Con el fin de asegurar el producto, se
fuerza mucho el buscar el tipo de gag que triunfó en la primera entrega, pero
carente de la frescura de aquella. Las razones para hacer la secuela han sido
puramente económicas, no existía más historia que contar y se ha impuesto la
continuación. Esto afecta al resultado final, hecho con precipitación y sin
tener una base sólida sobre la que construir la película. Echamos en falta una
excusa argumental un poco más trabajada y el escenario que nos plantea nos
parece poco afortunado. Tanto la ruptura de Rafa (Dani Rovira) y Amaia (Clara
Lago), como la relación de ésta con su novio catalán, Pau (Berto Romero),
resultan dos macguffins muy trillados y forzados. Afortunadamente la película
cuenta con un buen elenco de actores todoterreno, como es el caso especialmente
de Karra Elejalde y Rosa María Sardá, que son los verdaderos salvavidas de la
película. Dani Rovira también cumple con soltura su papel, y Belén Cuesta se
las apaña para robar algunas escenas y elevar uno de los papeles a priori menos
llamativos de la cinta. Desgraciadamente, el trato a los otros actores
principales no es tan positivo. Clara Lago pasa de ser la coprotagonista a
interpretar uno de los personajes más prescindibles de la cinta. Más allá de
ser la excusa para que Rafa viaje a Cataluña, el personaje de Amaia es el más
ingrato de la cinta, carente de momentos de lucimiento. Berto Romero está
espléndido en el papel de Pau, pero ahí han querido hacer un personaje tan
antipático y repelente, que en ningún momento llegamos a verlo como un serio antagonista
de Rafa. Entendemos que la película es una comedia bufa y que los personajes tienen
que ser caricaturescos, sin embargo, creemos que ese personaje necesitaba de
algún factor romántico que ayudara a comprender su relación con Amaia y que
realmente planteara al espectador la disyuntiva (por muy remota que fuera) de
que se pudiera quedar con la chica, con el fin de darle un poco de interés al
conflicto amoroso. Por último, tenemos a una desaprovechada Carmen Machi. Si ya
en la anterior la actriz era junto con Elejade, lo más destacado de la
película, en esta nueva entrega, sus apariciones cotizan también alto,
especialmente en sus escenas junto a (de nuevo) Karra Elejade y Rosa María
Sardá. El triunvirato de veteranos de la película da muestra de su experiencia
y solventan los mejores momentos de la película. Desgraciadamente, la
participación de Machi resulta muy breve y acaba resultando insuficiente para
un personaje que tenía más que aportar a la película.
En esta ocasión se aprecia aún más la
construcción a base de sketches, ante lo insustancial de la trama general, y
eso también afecta al ritmo de la película. Gags los tiene mejores y peores,
pero la sensación de desconexión entre ellos, de gratuidad, de personajes
metidos con calzador y que no cumplen ninguna función (que se recupere a los
personajes de Curro y Joaquín se puede justificar porque enlazan con la
película anterior, pero ¿qué razón de ser tiene el personaje de Agustín
Jiménez?), genera más una sensación de programa contenedor de sketches
televisivo (precisamente, como aquel “Vaya Semanita” con el que se dieron a
conocer Cobeaga y San José) que de producción cinematográfica (y mucho menos la
película española del año). La puesta en escena de Emilio Martínez Lázaro
vuelve a ser tan simple y funcional como era de esperar. El cineasta tiene
muchas virtudes, pero éstas van más al campo de la dirección de actores o de
saber establecer un buen timing al gag, pero nunca ha destacado precisamente
por su virtuosismo visual. Cuando trabaja con los actores, sabe conducirlos
para que el chiste funcione, pero cuando nos encontramos ante momentos que
necesitan un mayor apoyo de la imagen (como la escena de los castellets), la
cosa se desmorona. Por último, se echa de menos también la partitura musical de
Fernando Velázquez, quien para la anterior creó una composición sencilla, pero
pegadiza y que aportaba ritmo y comicidad a la imagen, mientras que el trabajo
de Roque Baños para la secuela resulta anodino y poco memorable.
“Ocho Apellidos Catalanes” se salda
así como una película divertida y entrañable, sustentada en un tipo de humor
cargado de picaresca, ironía y sátira social, pero que queda lastrada por una
producción precipitada, un guion necesitado de algunas revisiones más, que aún no estaba listo para ser rodado y, sobre todo, unas expectativas comerciales demasiado
ambiciosas para lo que no deja de ser una cinta modesta y pequeña.
no se como hiciste una crítica tan larga de algo tan inconsistente jaja, te felicito! vi la primera por la fama que tenía de gran repercusión, pero el resultado es como mucho simpático, no mas que eso... y no es que uno ponga la vara muy alta sino que parecía un programa televisivo como mucho...
ResponderEliminarno quiero exagerar ni ser nacionalista porque en general no lo soy, pero acá en Argentina esta película no sería considerada para nada... en fin, cuestión de gustos y cuando la vea en la net quizá me le anime para un domingo a la tarde... salu2....
Jajajaja. Muchas gracias, JLO. Estoy de acuerdo con tus comentarios sobre la primera y es precisamente lo que hay en la segunda. Evidentemente, se trata de una cinta con un humor tan localista que no sé hasta qué punto puede tener validez fuera de España.
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