miércoles, 7 de septiembre de 2011

“LOS OJOS SIN ROSTRO”. LA POÉTICA DE LO GROTESCO

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La cinefilia de Pedro Almodóvar y su gusto por incluir referencias a otras películas en su obra es bien conocida. En el caso de su última producción, “La Piel que Habito” encontramos muchos de estos guiños cinéfilos, destacando especialmente la referencia a uno de los grandes clásicos del fantástico francés, “Los Ojos Sin Rostro” de Georges Franju. En la figura de este cineasta podemos encontrar uno de los más personales y atípicos directores del cine galo. Con una filmografía que fluctúa entre el realismo poético y el género fantástico, con notable querencia por el folletín y las novelas pulp, las imágenes de sus películas están cargadas de simbología y elegancia, aunque sin renunciar en ocasiones a momentos chocantes y desafiantes para el espectador.

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Franju nació el 12 de abril de 1912, y antes de iniciar su carrera como cineasta ya era un nombre determinante para el cine francés ya que fue el fundador de la Cinematheque Française en 1937 junto con Henri Langlois. Durante más de 10 años se dedicó principalmente a la labor de archivero del fondo cinematográfico de esta institución, algo que le ayudó a conocer y profundizar en la filmografía de grandes autores de su país. En sus primeras obras se puede ya apreciar no sólo la huella de sus vastos conocimientos cinematográficos, sino también la influencia de movimientos artísticos como el surrealismo, especialmente del pintor belga Rene Magritte, pero también de artistas como Jean Cocteau o Luis Buñuel. Su debut como director en solitario tuvo lugar en 1949 con el corto documental “La Sangre de las Bestias”, donde ya dejaba clara su predilección por un enfoque poético y visualmente desarmante, y en 1958 dirigió su primer trabajo de ficción, “La Cabeza contra la Pared”. Franju nunca ocultó su debilidad por los seriales del pionero cineasta Louis Feuillade, siendo uno de sus sueños no realizados el remake de una de sus obras más celebradas, la adaptación de las aventuras de “Fantomas”. Sin embargo, a lo largo de su filmografía si podemos encontrar acercamientos a esta idea, como es el caso de “Judex” (también basada en una película de Feuillade de 1916) o “Las Noches Rojas”, su último largometraje.

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De toda la filmografía de Georges Franju, el título que ha tenido una mayor trascendencia ha sido “Los Ojos Sin Rostro”, una mezcla de cine de terror con el género policíaco, donde el carácter poético de su cine alcanzó, paradójicamente, su máxima expresión en el rostro lánguido e imperturbable y la mirada suplicante de la actriz Edith Scob. Ya desde su base literaria la película estaba llamada a la eminencia. Basada en una novela de Jean Redon, quien colaboró en la escritura del libreto, contó con una pareja de guionistas de lujo, Pierre Boileau y Thomas Narcejac, cuyo trabajo anterior como novelistas había inspirado títulos como “Vértigo” de Alfred Hitchcock, y otro de los grandes clásicos del cine francés, “Las Diabólicas” de Henri-Georges Clouzot. Además supuso también el debut como guionista de Claude Sautet, futuro director de títulos como “Un Corazón en Invierno” o “Nelly y el Sr. Arnaud”.

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El guión de la película ya apostaba por introducirse de lleno en el terreno del folletín, con ese ambiente de historia policiaca truculenta, en el que encontrábamos una serie de misteriosos secuestros y el descubrimiento de los cadáveres de chicas jóvenes abandonados en el río. Sin embargo la minuciosa e inquietante puesta en escena de Franju enseguida nos deja claro que esto es sólo el envoltorio de una trama más compleja marcada por la culpa y el amor mal entendido. En “Los Ojos sin Rostro” no hay un villano claro, todos los personajes se mueven por una razón equivocada, pero no por ello injustificable.

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En primer lugar tenemos al Dr. Génessier, interpretado por un excelente Pierre Brasseur, un eminente cirujano traumatizado por un accidente de automóvil que le arrebató la vida de su mujer y desfiguró el rostro de su hija, Christiane. La obsesión hace que Genessier abandone toda ética humana y científica, tomando caminos más tortuosos y oscuros. Enloquecido por el sentimiento de culpa, Génessier inicia unos macabros experimentos para intentar devolverle a su hija su belleza a partir del rostro de otras jóvenes inocentes. Para ello cuenta con la alianza de su ayudante Louise, (formidable Alida Valli), cuyo afecto por el doctor le ha llevado en cierta forma a ocupar el puesto vacante de la madre de Christiane. Louise se convierte en la encargada de buscar a las víctimas de los experimentos, así como de deshacerse posteriormente de sus cadáveres. Bajo una apariencia pulcra y aséptica, Louise esconde también su propia degeneración, una cicatriz oculta bajo un ceñido collar de perlas.

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Por su parte, Christianne (Edith Scob) juega el doble papel de Víctima y Monstruo en la historia. La sobreprotección de su padre la convierte en una prisionera, tanto por esa impersonal máscara que oculta su rostro, como por las paredes de la casa que la retienen alejada del mundo exterior. Por otro lado, el trauma provocado por el accidente, el aislamiento y los constates rechazos de los injertos de piel a los que le somete Génessier, han ido perturbando su mente, convirtiéndola en una persona inestable. Esto queda perfectamente simbolizado con la doble figura de los perros y las palomas enjauladas, un símil que alcanza su cenit en el clímax final de la historia.

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A este trío de personajes protagonistas se unen los supuestos héroes de la trama: Jacques Vernon, un estudiante de medicina, discípulo de Génessier y ex prometido de Christianne, quien ejerce de poco eficaz príncipe azul, y el Inspector Parot, quien no duda en poner en peligro la vida de otra joven inocente para poder solucionar el caso.

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Amigo de las imágenes antagónicas, Franju establece a lo largo de la película una constante confrontación de opuestos. Génessier encuentra su reverso en el inocente Jacques, Christianne en las chicas secuestradas cuyo rostro arrebata su padre y Louise en el recuerdo perenne de la esposa muerta del doctor. Esta dualidad también afecta a la estructura de la película y la puesta en escena de su director. Durante la primera parte de la cinta, impera lo sutil, la sugerencia, las acciones fuera de plano o ambiguas, el ritmo de la narración se recrea en las sombras y el pasear casi fantasmal de Christianne. Mientras que la parte final de la película apuesta por el terror, la violencia, y la truculencia explícita. Esto queda evidente en dos secuencias especialmente inquietantes, la operación de trasplante y la huida final de Christianne, acuchillando a Louise en el cuello y abandonando a su padre en las fauces de los perros. Sin embargo, a pesar de lo atroz de estas imágenes, Franju nunca pierde su elegancia ni el lirismo de su puesta en escena.

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Un aspecto determinante para el éxito de la película es la exquisita fotografía de Eugen Schüfftan, quien juega a la perfección con otra dualidad, la del blanco y negro, para crear atmósferas siniestras y enrarecidas. Desde la luminosidad gélida del rostro borrado de Christianne hasta los claroscuros de algunos rincones de la casa, la iluminación parece jugar con los parámetros del expresionismo alemán, dando un valor representativo a cada sombra y a cada punto de luz. Otro aspecto por el que destaca “Los Ojos sin Rostro” es por ser uno de los primeros largometrajes del mítico compositor Maurice Jarre. El autor de bandas sonoras universales como “Lawrence de Arabia”, “Dr. Zhivago”, “Único Testigo” o “Ghost”, encontró en Georges Franju su primer vínculo con el cine, creando para esta película una partitura turbadora y reiterativa, con cierto toque a música de feria que refuerza la estética folletinesca y grotesca de la historia.

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El carácter tan personal e intransferible del cine de Franju he hecho que su influencia en cineastas posteriores haya sido muy limitada y basada en aspectos puntuales. Sin embargo, no es difícil identificar la huella de “Los Ojos sin Rostros” en películas como “Halloween”, donde Carpenter confesó inspirarse en la máscara de Christianne para el rostro inexpresivo de Michael Myers, o “Abre los Ojos” de Alejandro Amenábar, de nuevo en lo referente al uso de una máscara sin identidad para ocultar la deformidad. John Woo es otro director con claras referencias a Franju. La escena del cambio de rostro en “Cara a Cara” bebe mucho de la del trasplante en “Los Ojos sin Rostro”, y la entrada de Tom Cruise en la gruta del villano acompañado por una paloma en “Misión Imposible II” también hace un guiño a la huida final de Christianne. Sin embargo, como decimos son elementos puntuales, meros homenajes a un cineasta clave para el cine francés, pero al que aún no se le ha honrado en toda su importancia. Almodóvar, con “La Piel que Habito” ha sido quién más se ha acercado a esta película, sin perder por ello la identidad propia del cine del director manchego. Esperemos que la presencia de esta cinta en los cines y la edición relativamente reciente de esta película en DVD sirva de aliciente para dar a conocer esta magnífica obra de Georges Franju.

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