miércoles, 25 de mayo de 2011

“CAMPO DE BATALLA”. LAS TRINCHERAS DEL CINE

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El pasado jueves 19 de mayo hacia su presentación en Tenerife el cortometraje de Fran Casanova “Campo de Batalla”, decimoquinto trabajo tras la cámara de este director canario, quien en esta ocasión ha rodado en la península, con el apoyo de la escuela de Cine Septima Arts y la productora Carisma Films. Se trata de una película que ya lleva recorriendo festivales dentro del territorio nacional desde el pasado mes de noviembre con buena recepción por parte del público y que próximamente dará el salto al extranjero tras ser seleccionado para participar en el V Festival Internacional de Cortometrajes de Olavarría FICO en Argentina.

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Hasta ahora el cine de Fran Casanova había apuntado hacia la referencia cinéfila, con un alto interés por la acción física, dirigiéndose en muchos casos más al desarrollo de alguna secuencia de acción (especialmente en sus fanfilms de Indiana Jones), que a la presentación de un argumento tradicional. Todos estos trabajos han servido de ejercicio de aprendizaje para el director, quien gracias a ellos ha perfeccionado un gran sentido del ritmo y el montaje. Teniendo en cuenta esto, podemos decir que “Campo de Batalla”, sin contar tampoco con una historia especialmente compleja, es su guión más desarrollado. Así, podemos observar en Casanova un mayor interés en contar una historia y no sólo introducirnos de lleno en la acción de la película.

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A lo largo de sus 14 minutos de duración podemos encontrar tres bloques diferenciados, cada uno con su estética y sus referentes específicos, pero en global bien integrados para que no exista una ruptura incompatible entre ellos. El arranque del cortometraje nos sitúa en primera línea de combate durante la batalla de Brunete y es posiblemente la parte más llamativa del corto, donde se puede apreciar tanto las características del cine de Casanova como el nivel de producción que pudo manejar en este trabajo. Conociendo el apego que tiene el director por el cine de Steven Spielberg, la referencia a una película como “Salvar al Soldado Ryan” no es gratuita, especialmente en lo que se refiere al arranque de esta cinta de 1998 con el desembarco de Normandía. Casanova busca dar al espectador esa misma inmediatez, rodando con pulso nervioso e irregular mientras los soldados se adentran campo a través quedando al alcance del fuego enemigo, pero también con la steadycam para moverse más cómodamente dentro de las trincheras. Aquí podemos destacar también el trabajo de producción y vestuario, cuidando que la localización y los uniformes de los actores realmente sean verosímiles.

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El segundo bloque de la cinta se adentra en los túneles por los que se esconden y escabullen los soldados una vez el caos de la batalla se ha desatado. Casanova compagina esa sensación de desorganización y desbarajuste con una secuencia de persecución en la que el protagonista intenta poner a salvo a un niño aparentemente perdido y asustado. De nuevo aquí entra en juego la habilidad narrativa del director y su control del montaje, pero también a la hora de generar ambientes. En esta segunda secuencia Casanova se distancia de los patrones del género bélico y, si bien el contexto sigue siendo el mismo, la historia va adquiriendo un carácter más concreto e intimista entre los dos personajes principales, con un incremento del uso del suspense e incluso un paulatino acercamiento al género fantástico y de terror.

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Llegados ya al clímax de la película la trama da un vuelco y queda patente que la intención de Fran Casanova no era tanto llevar a cabo un cortometraje bélico, como utilizar este género como marco para contar una historia de carácter metafísico y espiritual. Este cambio supone un giro brusco en los componentes de la narrativa y todos los aspectos, desde la fotografía hasta la música, se ven influenciados por este giro.

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A nivel global, hay que alabar al director el tremendo esfuerzo y la ambición con la que se enfrentó a esta historia, que él mismo ha definido como la más personal de todas las que ha realizado hasta la fecha. Casanova da muestra una vez más de ser un cineasta con cualidades para la fisicidad de la acción y los personajes, destacando la notable factura del cortometraje, especialmente en ese arranque que suponía a nivel técnico y de puesta en escena todo un desafío. Ahora al director le queda pulir su capacidad como guionista. En “Campo de Batalla” se puede apreciar el esfuerzo por contar una historia que vaya más allá de la propia acción, sin embargo, adolece de previsibilidad a la hora de sorprender al espectador con su giro dramático. Éste no es difícil de adivinar desde las primeras pistas presentada por el cineasta y en cierta forma eso acaba lastrando el componente emocional de su clímax (en esta ocasión podemos decir que la referencia cinéfila a un autor que no es Steven Spielberg ha podido pesar de manera negativa en el corto). Afortunadamente, esto no invalida que el espectador pueda disfrutar de este trabajo, pero si bien no podemos poner pegas a la puesta en escena, Casanova tiene ahora por delante aún una prueba de fuego que superar, y es el desarrollo argumental de sus trabajos. Las bases están bien asentadas, pero el proceso de aprendizaje aún no ha terminado.

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