INTRODUCCIÓN
La llegada de un título de Stephen Frears a las pantallas supone al menos un atisbo de esperanza para los amantes del cine en tiempos de sequía cinematográfica. El autor de “Las Amistades Peligrosas” se caracteriza por un tipo de cine inquisitivo, inteligente y sarcástico que parece ir en contra de modas y de las presiones de la industria, sin embargo con este nuevo trabajo, “Tamara Drewe”, parece que ha querido acercarse a otro tipo de público. Basada en un cómic y protagonizada por una de las estrellas emergentes de Hollywood, Gemma Artenton, a primera vista la película parece un intento del director por atraer a un público más juvenil, aunque, como veremos, en el fondo sigue manteniendo algunas de las constantes de su cine.
STEPHEN FREARS
La carrera de Stephen Frears comenzó a finales de los años 60 en el campo de la televisión. Allí aprendió el uso de un lenguaje directo, cercano a la realidad y especialmente crítico con la situación política y social de Gran Bretaña. Este enfoque reivindicador de la figura de las clases media y baja de su país lo aliaría con otros cineastas de su misma generación surgidos de la pequeña pantalla como Mike Leigh o Ken Loach. Sus primeros trabajos cinematográficos, ya en la década de los 80, mantuvieron ese carácter combativo, dando voz y visibilidad a los grupos más desplazados de la sociedad británica. “Mi Hermosa Lavandería”, “Ábrete de Orejas” o “Sammy y Rosie se lo Montan” edificaron esta imagen del director como defensor de la clase proletaria, con una postura izquierdista, afianzada especialmente gracias a su relación con el escritor Hanif Kureishi, autor de los guiones del primero y el tercero de estos títulos. Por esta época, Frears se supo ganar también fama como buen director de actores, dando la alternativa a futuros referentes del arte interpretativo como Gary Oldman, Daniel Day Lewis o Alfred Molina.
El éxito definitivo y la consagración internacional le llegaron entre 1980 y 1990 con su salto a la industria de Hollywood a través de dos obras maestras del cine, “Las Amistades Peligrosas” y “Los Timadores”. Gracias a estos dos títulos, Frears no sólo revalidó su excelencia como director, también demostró que podía alternar historias y géneros de muy diferente estilo, alejadas del tipo de películas localistas que rodó en Gran Bretaña. Desgraciadamente, como suele suceder en Hollywood, una vez alcanzado el éxito, toca probar el amargo sabor del fracaso. “Héroe por Accidente” se convirtió en un traspié en toda regla. A su favor tenía un reparto de lujo (Dustin Hoffmann, Andy García y Geena Davis, en aquel momento, estos dos últimos, en el momento álgido de su carrera) y un argumento al más puro estilo de Hollywood, con guiños a la filmografía de Frank Capra (“¡Qué Bello es Vivir!”, “Caballero sin Espada”, “Juan Nadie”). Sin embargo, la película supuso un descalabro económico, regresando el director al cine más modesto y asequible de su Gran Bretaña natal con “Café Irlandés”. Esta pequeña película (rodada inicialmente para televisión, pero que tras su aceptación fue distribuida en cines), basada en una novela de Roddy Doyle (considerada en cierta forma como una especie de secuela de “The Commitments” de Alan Parker) y continuada tres años más tarde con la inferior, pero también muy divertida, “La Camioneta”, ayudó a Frears a recuperar su ánimo, otorgándole también magníficas críticas por su forma de reflejar de manera realista e intimista esta historia aparentemente modesta, pero muy rica en matices.
Con su prestigio recuperado, en los últimos 15 años el director ha seguido alternando producciones en ambos países, algunas de mayor presupuesto (“Mary Reilly”, “Hi Lo Country”), con otras más pequeñas (“Alta Fidelidad”, “Negocios Sucios”) con éxito variable, alcanzando en alguna ocasión una cierta repercusión mediática con los temas a tratar (concretamente con “La Reina”, su inteligente, crítico, pero también intimista y respetuoso retrato de Isabel II durante el periodo de luto por el fallecimiento de Lady Di). En 2009 Frears tuvo una nueva oportunidad para recuperar su periodo de mayor éxito crítico y comercial con “Cheri”, donde se reencontraba con Michelle Pfeiffer y el guionista Christopher Hampton 21 años después de “Las Amistades Peligrosas”, sin embargo, la película pasó de manera discreta por las salas de cine, reuniendo un conjunto de críticas frías y poco entusiastas.
LOCUS AMOENUS
“Tamara Drewe” está basada en una novela gráfica obra de Posy Simmonds, publicada inicialmente de manera seriada en la sección de viñetas del periódico The Guardian y con la que la autora pretendía hacer una reescritura modernizada de la novela “Lejos del Mundanal Ruido” de Thomas Hardy (autor al que se hace referencia continuamente en la película). En ella, una joven periodista regresa a su pueblo natal despertando viejos traumas y desatando una revolución sentimental y sexual dentro de la comunidad.
El punto de partida es ya un tanto atípico en el habitualmente urbanita Stephen Frears (aunque ya previamente se había adentrado, por ejemplo, en el oeste norteamericano con “Hi-Lo Country”). Al igual que su protagonista, Frears puede parecer a priori descolocado dentro del ambiente de la campiña inglesa, sin embargo, pronto se establece su razón de ser. De manera efectiva y humorística, Frears marca los diferentes estratos sociales dentro de la comunidad (el matrimonio formado por Nicholas y Beth Hardiment como los señores de la tierra, el grupo de escritores como una especie de aristocracia ociosa cuya existencia se centra únicamente en su universo literario, Tamara Drew como la heredera que rompe con la tradición pero mantiene su rango de aristócrata, el nuevo rico representado por el rockero Ben Sergeant y después la clase obrera, representada principalmente por Andy Cobb, las dos adolescentes Jodie y Casey y la dueña del bar, Zoe). El ambiente rural se convierte en un espacio idílico donde las relaciones de poder entre todos estos personajes se van sucediendo a lo largo de un año, con el correspondiente paso de las estaciones. Sin embargo, Frears consigue que esta ambientación trascienda la de mera localización bucólica para una trama de romances. Las características del ambiente rural marca el devenir y la personalidad de los personajes (desde las dos adolescentes que se sienten atrapadas en un pueblo sin futuro, hasta la joven urbanita que busca desprenderse de su pasado, frente al grupo de escritores que necesitan huir del “mundanal ruido” para recobrar cierta paz y dejarse inspirar por la musa de un espacio tranquilo y apacible). Siguiendo la tradición literaria, este locus amoenus se convierte en un espacio donde liberar las pulsiones sexuales de los personajes, aunque el resultado final resulta un tanto pacato y conservador para venir de la mano de quien hace 22 años calentó las plateas de manera sutil pero intensa con algunas de las escenas de “Las Amistades Peligrosas”. Sinceramente creemos que la película hubiese necesitado de una mayor intensidad sexual que acaba diluyéndose en los dos últimos tercios de metraje, al igual que otros aspectos del guión que comentaremos a continuación.
GEMMA ARTENTON
La elección de Gemma Artenton para el papel protagonista, a nivel de marketing de la película, es sin duda un acierto para la película. La creciente fama de la actriz, vista en éxitos como “Quatum of Solace”, “Furia de Titanes” o “Príncipe de Persia. Las Arenas del Tiempo”, y la imagen promocional de la película con ella embutida en unos minúsculos shorts vaqueros han conseguido su propósito de llamar la atención del público. El problema es que más allá de ahí, la actriz debe cumplir también otros objetivos dentro de la película, donde, a nuestro criterio, el resultado no es tan ventajoso.
Antes que nada tenemos que adelantar que ninguna de las interpretaciones de Artenton en los tres títulos arriba mencionados son santo de nuestra devoción. En todas ellas nos ha parecido que se trata de una actriz aún inexperta y bastante insípida, aunque, eso sí, con un cierta fotogenia en pantalla, y, lamentablemente, de esto mismo peca en “Tamara Drewe”. Arteton se muestra incapaz de llevar sobre sus hombros el peso de la película y queda eclipsada por la mayor parte de sus compañeros de reparto, cuando, de acuerdo a las características de su personaje, debía suceder todo lo contrario. Stephen Frears es director con gran capacidad para dirigir a los actores y consigue sacar de ella uno de sus mejores trabajos hasta la fecha, pero eso no quiere decir que el resultado sea el que requería la película.
ACTORES
Precisamente, pese al título de la película, podemos denominar como el verdadero rey de la función a Roger Allam (veterano secundario visto recientemente en “V de Vendetta”, “La Reina” o “Speed Racer”). Su interpretación del pretencioso y adúltero escritor de misterio Nicholas Hardiment es una cereza envenenada dentro de una película que durante gran parte de su metraje parece tener miedo de ser demasiado virulenta. Allam consigue dar a su personaje el glamour, la presencia, pero también la ridiculez y el tono grotesco necesario como para seducir y repeler al público al mismo tiempo. En este sentido, el apoyo de Tamsin Greig (como la solícita y perfecta esposa Beth Hardiment) y Bill Camp (en el papel del erudito pero solitario Glen McCreavy) es fundamental para generar un peculiar trío amoroso en el que se resumen algunos de los mejores momentos y giros más refrescantes de la película.
La presencia también de Luke Evans (Andy Cobb), Dominic Cooper (el rockero Ben Sergeant), Jessica Barden y Charlotte Christie (las dos adolescentes Jodie y Casey) y, de manera más puntual Josie Taylor (la dueña del bar, Zoe) o algunos de los escritores alojados en la residencia de los Hardiment (especialmente John Brett como el arisco Diggory) ayudan a dar color y un perfil netamente británico a los personajes, además de marcar esa jerarquía social que mencionábamos antes.
Desgraciadamente, aquí nos volvemos a encontrar con esa sensación de dispersión del guión. Una vez hecha la presentación de personajes, y con unas expectativas marcadas al espectador, una vez empieza el desarrollo de la historia, muchos de estos personajes prácticamente desaparecen de escena, reduciéndose el sentido de coral que daba vida al primer tercio de metraje. Hay historias que no se desarrollan y otras podrían haber dado mucho más juego (ese juego incestuoso entre Tamara y Nicholas, la conciencia de clase de Andy, las conexiones con Thomas Hardy), quedándose todo a un nivel muy elemental y simple. En cierta forma, da la impresión de que Stephen Frears no ha querido ahondar en estos personajes por miedo a resultar demasiado intelectual o erudito en su exposición.
CONCLUSIÓN
“Tamara Drewe” se convierte de esta manera en un entretenimiento simpático, una cinta agradable, subrayada con algunas buenas interpretaciones y el saber hacer de un director que da a la narración un ritmo pausado y sencillo, sin recurrir a grandes aspavientos para contar su historia. Sin embargo, la falta de ambición hace que lo que podría haber sido una película mucho más rica e interesante, llegue en ocasiones a resultar tópica y hasta aburrida al espectador.
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