jueves, 21 de octubre de 2010

VERANO 2010 (PARTE I)


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1. INTRODUCCIÓN
El verano es una de las épocas clave para la industria del cine. Un momento en el que los espectadores buscan paliar las altas temperaturas con el aire acondicionado de las salas de proyección, en busca de historias que les entretengan y, a ser posible, que les sorprendan. En este 2010 el verano empezó con algunas expectativas interesantes, aunque no todas se cumplieron. Pasemos a continuación a hacer un repaso por algunos de los títulos que llegaron a nuestras pantallas entre junio y septiembre.
2. CINE INFANTIL Y DE ANIMACIÓN
El cine de animación se ha convertido en uno de los salvavidas del cine. Restringido hace tiempo principalmente al cine infantil, hoy nos encontramos con películas abiertas a un público más amplio y disfrutables por espectadores de todas las edades. En cualquier caso, la temporada veraniega es, sin duda, propiedad de los más pequeños de la casa, que durante su periodo de vacaciones arrastran a sus padres a ver aquellas películas estrenadas expresamente para ellos.
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Hay dos títulos clave en este verano, dos franquicias que, aparentemente, cerraban sus puertas y esperaban hacerlo por todo lo alto. En el caso de “Shrek. Felices para Siempre”, el resultado no fue del todo positivo, pero al menos sí elevaba el nivel con respecto a su lamentable tercera parte y suponía un nuevo paso en la madurez del personaje principal (nunca mejor dicho porque nos encontramos con un Shrek afrontando la crisis de la madurez). Especie de “Qué Bello es Vivir” llevado al contexto de esta parodia de los cuentos de hadas, la cinta nos presentaba cómo hubiesen evolucionado el resto de los personajes clásicos de la serie si Shrek no hubiese entrado en sus vidas. Como estímulo comercial, la franquicia se incorporaba al mercado del 3D (aunque previamente el famoso ogro ya había experimentado este proceso para un corto de 15 minutos creado en 2003 expresamente para una atracción de los estudios Universal y editado en DVD bajo el título de “Shrek 3D”), lo que supuso un mayor impulso en taquilla.
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El otro gran título de animación esperado para este verano era “Toy Story 3”, cinta con la que la Pixar cierra las aventuras de Woody, Buzz Lightyear y compañía. Al contrario que con la serie Shrek, en esta franquicia de Disney podemos encontrar una tendencia ascendente que culmina de manera espectacular con este tercer episodio. “Toy Story 3” supone una conclusión inmejorable para la serie, no sólo por la manera inteligente en que han sabido hacer evolucionar la historia, sino por la riqueza de sus personajes y el perfeccionamiento de la animación digital que la convierten en una delicia para grandes y pequeños y, sin duda, en una de las mejores películas no sólo del verano, sino del año. Aquí también encontramos la incorporación del 3D, aunque, como ya sucediera previamente con “Up”, la intención de la Pixar no es tanto explotar el juego estereoscópico, sino aportar a la narración una nueva perspectiva con el uso de la profundidad de campo.
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El 3D ha sido uno de los incondicionales de los estrenos de este verano, pudiendo encontrar un nuevo título en este formato casi cada semana. La popularidad y sobreexplotación que se ha hecho del formato estereoscópico ha provocado incluso la resurrección de títulos de los que no se esperaba que pudiera haber una segunda parte. Ese es el caso de “Como Perros y Gatos: La Revancha de Kitty Galore 3D”, cinta que alterna imagen real con animación digital y en la que se recupera el tono de cine de espías al estilo James Bond de la primera parte, además de su fauna protagonista. Se trata claramente de un producto estival, pensado para atraer a los más pequeños a la sala y con un tipo de humor poco apto para adultos. Si en los dos títulos mencionados anteriormente, padres e hijos podían disfrutar a partes iguales en la sala, en esta ocasión los progenitores que acompañaban a sus pequeños a la sala debían hacer un esfuerzo para sacar a su niño interior si querían entretenerse también de la película.
TinkerBellAndTheGreatFairyRescue
Otro ejemplo de maniobra comercial pura y dura (aunque en este caso, y sin que sirva de precedente, no en 3D) fue “Campanilla y el Gran Rescate”. En 2008 la Factoría Disney estrenaba en uno de sus productos directos al mercado doméstico “Campanilla”, spin off de “Peter Pan” donde se contaban los orígenes de esta legendaria hada creada por la imaginación de James M. Barrie. Este primer título supuso también la modernización del personaje que pasaba del terreno de la animación tradicional a la digital. El éxito de ventas propició una primera secuela, “Campanilla y el Tesoro Perdido”, de nuevo estrenada directamente en DVD, y esta “Campanilla y el Gran Rescate” que la compañía decidió estrenar en salas pocos meses antes de su llegada al mercado doméstico. Esta tercera parte supone un entretenimiento de las mismas características de las dos anteriores (cintas divertidas pero que para nada hacen justicia a la reputación de su personaje principal), no apreciándose ninguna mejora de cara a su estreno en salas (ni siquiera un mayor esfuerzo en el apartado técnico que lo justifique).
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En lo referente al apartado de animación en general, y al cine infantil en particular, el verano se cerraba con la llegada (un tanto tardía, la película se estrenaba en nuestro país con un año de retraso) de “Astroboy”, nueva versión del héroe pionero del manga y el anime japonés creado en 1952 por Osamu Tezuka. Coproducida entre Hong Kong, Estados Unidos y Japón, la cinta supone un intento de modernización del personaje, incorporándolo al terreno de la animación digital (con el apoyo en versión original de actores conocidos como Nicholas Cage, Samuel L. Jackson, Charlize Theron o Freddie Highmore). La película mantiene algunos de los temas propios del Astroboy original (principalmente problemas de identidad que sirvieron también en su momento de referencia a Stanley Kubrik para desarrollar su proyecto de “A.I. Inteligencia Artificial”), sin embargo, opta por simplificar en exceso su carga argumental a favor de una narrativa apabullante (aunque en última instancia no tan espectacular ni elaborada como hubiese sido de desear).
3. SO 80s
Algo que hemos podido apreciar no sólo este verano, sino en los últimos años es una tendencia a recuperar artistas, personajes y estilos propios de la década de los 80, con el fin de enganchar a las nuevas generaciones al mismo tiempo que se les proporcionaba a los espectadores de entre 30 y 40 años un guiño nostálgico para atraerlos a la sala.
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Después de resucitar franquicias de terror como “Halloween” o “Viernes 13”, este verano le tocó el turno a Freddy Krueger con “Pesadilla en Elm Street. El Origen”. En un intento de recuperar el tono terrorífico del personaje (alejándolo de su vertiente más humorística y cínica), se planteó un remake que, a su vez, incorporaba una mayor explicación de los orígenes de este asesino de los sueños, precisando, por ejemplo, su naturaleza pedófila. Desgraciadamente, ni los esfuerzos del nuevo Freddy (el actor Jackie Earle Haley, quien ya había interpretado a un violador de niños en “Juegos Secretos”), ni los guiños a algunos momentos antológicos del original de Wes Craven, pudieron levantar una película donde el director se esfuerza demasiado en estilizar la imagen y se olvida de unos personajes que no conectan en absoluto con el espectador, por lo que éste pierde interés en lo que les pueda suceder.
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El mundo de la televisión saltó a la gran pantalla con la adaptación de “El Equipo A”, recuperándose así a un grupo de personajes que marcaron una época, ahora interpretados por actores de la talla de Liam Neeson, o tan populares como Bradley Cooper. El resultado es un irregular híbrido de los elementos de la serie (frases antológicas, disparatados y elaborados planes y un humor simplón y gamberro) con las pautas del cine de acción actual (acción sobredimensionada a través del uso de los efectos digitales, ritmo frenético, planos nerviosos y confusos). La mezcla no pareció ser muy del gusto del público y la cinta obtuvo unos poco reseñables ingresos económicos que, de momento, parecen suspender las aspiraciones de continuidad de la franquicia.
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Todo lo contrario sucedió con “Los Mercenarios”, recuperación del “actioner” de los 80 a cargo de uno de sus principales representantes, Sylvester Stallone, quien se supo acompañar por un llamativo grupo de estrellas del género (Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke, Randy Couture, sin olvidar el cameo especial de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger). Stallone también quiso fusionar las características del cine de acción de los 80 con una puesta en escena y un montaje más moderno, sin embargo, en esta ocasión el factor nostálgico resultó eficaz y la película ha supuesto un nuevo espaldarazo a la carrera de su principal estrella (tras los éxitos anteriores de “Rocky Balboa” y “John Rambo”), quien ya planea una secuela.
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Preocupación y burlas había levantado el remake de “The Karate Kid”. El hecho de trasladar la acción de Estados Unidos a China (por lo que ya no hablamos de Karate, sino de Kung Fu) y el protagonismo del inaguantable hijo de Will Smith, Jaden Smith (papá ejerce de productor de la película), no hacían prever nada bueno. Sin embargo, el resultado es más positivo de lo esperado. Pese a seguir resultando un crío irritante, hay que reconocer al joven Smith su esfuerzo a la hora de superar los retos físicos de su papel y el carácter dramático que Jackie Chan aporta a su personaje es realmente emotivo (su Sr. Han adquiere una mayor dimensión dramática que aquel impertérrito Sr. Miyagi que le proporcionó una nominación al Oscar a Pat Morita, además del hecho de que, en esta ocasión, el encargado de dar vida al maestro de artes marciales realmente sabe lo que está haciendo). La dirección de Harald Zwart (realizador habituado a comedias como “Superagente Cody Banks” o las dos últimas versiones de “La Pantera Rosa”) es esforzada, pero basada principalmente en postalitas turísticas de China (especialmente en las visitas a la Ciudad Prohibida y a la Gran Muralla China), sin embargo, sabe hacerse a un lado y delegar las escenas de acción en manos de su segunda unidad (básicamente Jackie Chan y su equipo), adquiriendo éstas una mayor fuerza y dinamismo.
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Si con “Pesadilla en Elm Street. El Origen” se recuperaba a uno de los principales iconos del slasher ochentero, con “Predators” se daba pie a la recuperación (esta vez en solitario, tras el fracaso artístico de las dos “Aliens vs Predator”) de otra de las criaturas surgidas del cine fantástico de esta década, el Depredador. Con producción de Robert Rodríguez, dirección del director húngaro Nimród Antal y la presencia de actores como Adrien Brody, Alice Braga o Laurence Fishburne, la cinta buscaba recobrar el espíritu del original de 1987 a cargo de John McTiernan y protagonizada por Arnold Schwarzenegger, el problema es que lo hizo tan bien que los momentos que de verdad funcionan en la película son los que el espectador puede conectar con alguna secuencia de la primera parte. Esto daba una sensación continua de deja vú a la película, restándoles originalidad y sorpresa (por no hablar de la extraña sensación que produce ver a un Adrien Brody musculado imitando a Arnold Schwarzenegger).
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El último guiño a los 80 que nos deparó el verano venía de la mano de uno de los directores clave de esta década, Joe Dante, quien regresaba al cine con “Miedos 3D”. Dante se especializó en su momento en producciones de fantasía dirigidas sobre todo a un público adolescente, pero sustentadas en un nostálgico sentimiento cinéfilo hacia el cine de los años 50 y 60. Lejos de amoldarse a los patrones del nuevo cine adolescente, Dante se mantiene fiel a su ideario particular, ofreciendo una película tal vez con un estilo un tanto obsoleto para las nuevas generaciones, pero que recupera esa idea de entretenimiento familiar que le reportó sus mayores éxitos. Incluso el uso que hace el director del formato estereoscópico es un guiño al 3D tradicional, más que al empleado en otras películas recientes.
4. CINE DE TERROR Y FANTASÍA
El género de fantasía y terror es uno de los que tiene una mayor aceptación entre el público, especialmente los espectadores adolescentes que son los que más acuden a las salas. Conocedores de este hecho, los productores diseñan muchas de estas películas de cara a este público potencial, encontrando en fechas como la veraniega el momento ideal para explotarlas.
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Este año, el verano se abría con una adaptación literaria de gran distinción “El Retrato de Dorian Gray”, según la novela de Oscar Wilde. Si bien ésta es una obra que se ha adaptado en pocas ocasiones al cine, muchos son los títulos que se han basado en su popularidad. Para esta nueva versión, se quiso optar por una vía arriesgada, escenificando aquello que en la obra literaria y en adaptaciones previas había sido obviado o tratado de manera sutil. De esta manera, la cinta ofrece una perspectiva más explícita de la depravación de su personaje principal, especialmente en lo que se refiere a su libertino estilo de vida, pero también mostrando con una crudeza propia del teatro isabelino los momentos más violentos de la historia. Esta apuesta acaba siendo fallida, precisamente porque al mostrar al espectador lo que anteriormente se dejaba a manos de su fructífera imaginación, la historia pierde fuerza. Por otro lado, llama la atención que su director, Oliver Parker, cineasta de tradición teatral y de hondo conocimiento literario, cuyas películas anteriores habían pecado de ser demasiado sutiles y austeras en su representación, haya pasado ahora al bando contrario, dirigiendo una cinta tan excesiva como fallida. Lo mejor de la oferta es un equilibrado Colin Firth, quien sabe dar el porte y la ironía necesaria a su personaje, frente a un esforzado pero insuficiente Ben Barnes. Lo peor, ese cuadro generado por ordenador que hasta gruñe.
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Uno de los estrenos estrella del verano fue “Crepúsculo: Eclipse”, tercera entrega de la popular serie de novelas escritas por Stephenie Meyers y que ha convertido en astros de la pantalla a los jóvenes Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner. Para esta tercera entrega se contó con David Slade, un director de línea más cruda que los anteriores Catherine Hardwicke o Chris Weitz. Esto se tradujo en una cinta acorde con la línea de la franquicia, pero más inquietante y violenta que “Crepúsculo” y “Luna Nueva”. De esta manera, sin resultar aún un producto satisfactorio, al menos los fans obtenían su ración del triángulo amoroso entre los protagonistas, y aquellos que criticaban su estética lánguida, cursi y sensiblera podían alternar esas secuencias con todo lo relacionado con la creación del ejército de neófitos, donde Slade se permitió una mayor libertad a la hora de representar a los vampiros.
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Un título que sirvió para iniciar algunos debates fue “Splice. Experimento Mortal”, enésima revisión del “Frankenstein” de Mary Shelley, con la ingeniería genética de por medio. El responsable de esta cinta fue Vincenzo Natali, director que saltó a la fama en 1997 con su opera prima, “Cube” y que desde entonces sigue buscando la forma de repetir la jugada. Aquí parte de una premisa interesante y un diseño de la criatura original, sin embargo, a medida que avanza la película el argumento empieza a descarriar, viéndose los personajes humanos eclipsados por su creación. Una vez Dren empieza a desarrollarse y a tener más espacio en pantalla, la atención del espectador por la pareja de científicos decae drásticamente, llegando hasta el punto del total desinterés, pese a contar con dos actores de presencia en pantalla como Sarah Polley y Adrien Brody.
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Desde Noruega nos llegaba “Zombis Nazis”, una cinta de terror gore, que buscaba rendir tributo a clásicos como “Posesión Infernal” o “Mal Gusto”. En un principio cuenta con todos los ingredientes, un grupo de personas aisladas en la montaña, zombies y una buena despensa de vísceras para los efectos especiales. En esto no podemos negar que los amantes del género pueden encontrar en ella algunas divertidas escenas de casquerío, sin embargo, cae en una de sus principales problemas al no conseguir transformar a los protagonistas en un grupo de personajes que interesen al espectador. En general, da igual a quién maten los zombies, ya que todos los personajes son igual de tediosos e inaguantables. Por otro lado, el supuesto elemento novedoso de la película (nazis que se levantan de sus tumbas) carece de valor dramático en la historia y, más allá del valor estético de sus uniformes, podrían haber sido nazis, bolcheviques o hare krishnas, que no hubiese supuesto una modificación al desarrollo de la película.
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El británico Neil Marshall, autor de “Dog Soldiers” y “The Descent”, se desplazó a la antigua Bretaña para rodar “Centurión”, protagonizada por Michael Fassbender (“Malditos Bastardos”), Olga Kurylenko (“Quantum of Solace”) y Dominic West (de la serie de televisión “The Wire”). Marshall es un director especializado en el cine de terror al que le gusta mezclar conceptos procedentes de diferentes subgéneros. En este caso nos ofrecía un híbrido entre péplum y survival, donde los supervivientes de una legión romana deben atravesar territorio inhóspito para huir de una horda de Pictos. La cinta no escatima a la hora de mostrar la violencia en pantalla, con momentos realmente sangrientos y crudos. En general se cuenta con una excelente labor de casting, con actores que se ajustan al perfil de sus personajes. Además, Marshall se apoya en una puesta en escena clasicista, enfatizando el rodaje en exteriores y con una dirección de fotografía que apuesta por los tonos fríos (por regla general con la imagen decolorada en postproducción). Este esfuerzo hubiese necesitado de un guión más elaborado que diera un poco más de peso a la narración y no un argumento tan esquemático y predecible como el que nos encontramos. En cualquier caso, el resultado es una cinta entretenida, narrada con buen ritmo y pulso fuerte, pero que una vez vista pasa a ser perfectamente olvidable porque no ofrece nada novedoso.
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No hay verano que se precie que no cuente con al menos una de las ruidosas producciones de Jerry Bruckheimer. Este año le tocó el turno a “El Aprendiz de Brujo”, donde el veterano productor se volvió a aliar con Jon Turteltaub y Nicholas Cage, quienes previamente le habían entregado las dos taquilleras entregas de “La Búsqueda”. En esta ocasión dejaron de lado el cine de aventuras al estilo Indiana Jones y se metieron de lleno en una producción de fantasía y magia, ambientada en la actualidad, pero con referencias a la leyenda artúrica. Como viene siendo habitual en sus últimos trabajos, Cage opta por ofrecer una interpretación histriónica en la que cuesta reconocer a aquel notable actor de títulos como “Leaving Las Vegas”, “Adaptation. El Ladrón de Orquídeas” o “El Hombre del Tiempo”. Por su parte, la película pasa a ser un mero escaparate de efectos especiales, donde conceptos como desarrollo del argumento o de personajes parecen no existir. La acción avanza a trompicones, con la esperanza de que la rápida sucesión de imágenes y su estruendosa banda de sonido atonten al espectador para que éste no se dé cuenta de la bazofia que le han vendido. Ni siquiera la presencia como villano del siempre interesante Alfred Molina o las breves apariciones de la voluptuosa Monica Bellucci consiguen levantar la que a nuestro entender ha sido una de las peores películas del verano.
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En lo referente al género de terror y fantasía, el verano se cerraba con “Resident Evil: Ultratumba”, cuarta entrega de esta franquicia inspirada en una popular serie de videojuegos, con la que además se pretende dar comienzo a una nueva trilogía que complemente a las tres películas anteriores. A nivel de producción existen dos rasgos a destacar en este nuevo episodio. El primero es la recuperación tras la cámara de Paul W.S. Anderson, director de la primera entrega y productor y guionista de las siguientes. El segundo es el salto al cine en 3D, como marca la moda de Hollywood, y utilizando el mismo sistema que James Cameron en “Avatar”. Evidentemente, utilizar el mismo sistema no implica obtener los mismos resultados, como queda patente en esta película. “Resident Evil: Ultratumba” repite los clichés, la acción excesiva e inverosímil, la saturación de efectos digitales y el montaje entrecortado de las películas anteriores de la franquicia, sólo que añadiéndole el uso del 3D para que balas, cristales y todo tipo de objetos sean dirigidos hacia la pantalla y, por lo tanto, a los ojos del espectador. Además, la obsesión de Anderson por resaltar continuamente la acción con planos ralentizados imprime a la película una continua arritmia, además de saturar al espectador con este efecto, perdiendo toda funcionalidad enfática a medida que avanza el metraje.

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