El estreno en 2008 de “El Luchador” sirvió para revitalizar la agonizante carrera de Mickey Rourke, un actor que había vivido su momento de esplendor en la década de los 80, pero que debido a los excesos y malas decisiones profesionales se encontraba relegado al ostracismo, sobreviviendo a duras penas con pequeños papeles en películas de amigos suyos cuando apenas podía costearse un plato de comida. El tipo de vida que ha llevado durante todo este tiempo le ha pasado factura, y el que fuera uno de los sex symbol del cine hace dos décadas, es redescubierto ahora convertido en un personaje grotesco, cuyas cicatrices y miserias quiso exponer de manera pública a través de su personaje en la película de Darren Aronofsky.
Mickey Rourke, cuyo verdadero nombre es Philip André Rourke, nació el 16 de septiembre de 1952 en Schenectady, una localidad del estado de Nueva York, aunque desde muy pequeño su familia se mudó a Liberty City, en Miami. Cuando contaba con pocos años de edad, su madre, Anne, se divorció de su padre, Philip André, y se casó con un policía llamado Gene Addis. Los intereses del joven Philip André Rourke iban más bien por el mundo del deporte. Era un gran aficionado al boxeo y al baseball, siendo uno de sus ídolos el jugador de los New York Yankees Mickey Mantle, de ahí que más tarde utilizara el nombre artístico de Mickey Rourke. A mediados de los 70 ingresó en el Actor’s Studio, donde desarrolló su formación como intérprete, para a continuación desempeñar algunos pequeños papeles en televisión.
Su primera aparición en cine se produjo en 1979, con la película de Steven Spielberg “1941”. A partir de aquí y hasta mediados de la década de los 80 empezó a sumar papeles en películas destacadas, a las órdenes de directores en auge como Michael Cimino (en “La Puerta del Cielo”), Lawrence Kasdan (en “Fuego en el Cuerpo”) o Barry Levinson (en “Diner”). Estos papeles le ayudaron a ir generando una reputación de actor versátil y con gran presencia en pantalla, pasando a trabajar a continuación con dos directores de prestigio: Francis Ford Coppola, en “La Ley de la Calle”, y Nicholas Roeg en “Eureka”.
El primer papel principal destacado en la carrera de Mickey Rourke le llegó en 1984, con la cinta de Stuart Rosenberg “Sed de Poder”. Aquí conoció a Eric Roberts, actor también de fuerte temperamento con el que estableció una gran amistad que se mantiene aún hoy en día (hasta el punto de que le dedicó el Globo de Oro que consiguió por su trabajo en “El Luchador”). Ambos interpretaban a una pareja de ladrones que con el fin de conseguir dinero rápido deciden robar un importante caballo del hipódromo para a continuación pedir un rescate de ciento cincuenta mil dólares.
Este papel en “Sed de Poder” marcó el inicio del periodo más fructífero de la carrera de Mickey Rourke. En 1985 se reencontró con el director Michael Cimino quien le entregó el papel principal de “Manhattan Sur”, donde interpretó al turbulento Capitán Stanley White, un policía encargado de investigar el tráfico de drogas de las mafias chinas en Nueva York. La película fue un gran éxito, destacando especialmente la cruda y violenta puesta en escena de Cimino y el duelo interpretativo entre Rourke y John Lone.
A continuación, el actor pasó a interpretar el papel que mayor fama le ha dado de toda su carrera, el libidinoso bróker de Nueva York que lleva al personaje de Kim Basinger por el camino de una serie de juegos sexuales cada vez más obsesivos en “9 Semanas y Media”. Las escenas de sexo de esta película pasaron a ser referentes cinematográficos, (especialmente el striptease de Basinger ante la atenta mirada de Rourke, con la canción “You Can Leave the Hat On” interpretada por Joe Cocker de fondo) y ambos actores se convirtieron en iconos sexuales de los 80.
La siguiente película de Mickey Rourke también vino marcada por un fuerte contenido sexual. “El Corazón del Ángel”, de Alan Parker, era una cinta que aunaba thriller y terror gracias a la presencia de un mefistofélico Robert DeNiro. El personaje de Rourke protagonizaba, junto a Lisa Bonet, una ardiente escena de sexo interracial e incestuoso que levantó críticas en Estados Unidos, avivando la reputación de hombre lascivo que el cine le había dado al actor.
Dispuesto a abrir su abanico de personajes y no dejarse encasillar, Mickey Rourke participó en los últimos años de la década de los 80 en un heterogéneo grupo de películas. Desde la cinta sobre el terrorismo de IRA “Requiem por los que Van a Morir” (dirigida por Mike Hodges en 1987) hasta su regreso a las órdenes de Michael Cimino en 1990 con “37 Horas Desesperadas” (intenso thriller remake de una destacada película de Humphrey Bogart), pasando por papeles tan dispares como el alter ego del escritor Charles Bukowski en “El Borracho” de Barbet Schroeder, el boxeador de “Homeboy” a las órdenes de Michael Seresin, el ladrón de poca monta en “Johnny, el Guapo” a cargo de Walter Hill, o San Francisco de Asís en “Francesco” de la cineasta italiana Liliana Cavani.
El papel en “Homeboy” recordó a Rourke sus sueños de juventud y el actor decidió reducir el ritmo de su trayectoria artística para dedicar tiempo a una incipiente carrera como boxeador. Al mismo tiempo, dado el poco éxito de algunas de sus últimas películas, intentó regresar al terreno del erotismo con “Orquídea Salvaje” de Zalman King, productor de “9 Semanas y Media”. La película no obtuvo tampoco el éxito esperado, pero en ella Rourke conoció a la modelo Carre Otis, con la que se casó y mantuvo una conflictiva y violenta relación. Los golpes recibidos en los combates de boxeo deformándole su rostro (y obligándole a pasar por varias desastrosas operaciones de cirugía estética), los ataques de violencia y celos que le producía su relación con Otis y el consumo de todo tipo de sustancias empezaron a pasar factura física y profesionalmente al actor.
Su fama de conflictivo le empezó a cerrar puertas en Hollywood y las películas que rodaba carecían del empuje de sus trabajos en la década de los 80. En 1991 rodó junto a Don Johnson, otra estrella en decadencia, la buddie movie “Dos Duros sobre Ruedas” y al año siguiente participó junto a Willem Dafoe en el thriller “Arenas Blancas”, ambas con escaso éxito.
A partir de aquí, la carrera de Mickey Rourke se fue desinflando de manera acelerada, participando en películas independientes de escasa trascendencia, como “Bullet” de Julien Temple o “Shades” de Erik Van Looy, y aceptando trabajos alimenticios en películas de segunda categoría, como “Love in Paris” de Anne Goursaud (secuela tardía y absolutamente prescindible de “9 Semanas y Media”), o “Double Team” (título de acción a mayor gloria de Jean Claude Van Damme y el jugador de baloncesto Dennis Rodman, donde interpretaba al villano de la historia).
Durante este periodo contó con la ayuda de amigos, que le reservaban papeles en sus películas en un intento de revitalizar su carrera. Francis Ford Coppola le ofreció el jugoso papel de Tiburón en “Legítima Defensa” (donde su espléndida, aunque breve, interpretación levantó la falsa esperanza de un resurgir del actor), Steve Buscemi le integró en el rodaje de “Animal Factory”, y Sylvester Stallone le contrató para interpretar un papel en “Get Carter” cuando Rourke estaba prácticamente arruinado. Posteriormente llegaron también Sean Penn con “El Juramento”, Robert Rodríguez con “El Mexicano” o Tony Scott con “El Fuego de la Venganza”.
La carrera de Rourke recibió un buen espaldarazo cuando Robert Rodríguez le dio el papel protagonista de su película “Sin City” en el año 2005. Con el personaje de Marv, Rourke demostró que los años en el ostracismo no habían disminuido su capacidad interpretativa y que lo único que necesitaba era un buen papel para poder lucirse como antaño. Lo mismo sucedió con Tony Scott, quien después de “El Fuego de la Venganza” le ofreció un secundario de peso en “Domino”, donde interpretaba a un cazarrecompensas. Este ligero resurgir se vino abajo con su ridícula aparición en la cinta de aventuras juvenil “Operación Stormbreaker”, en un papel estrafalario que recordaba en exceso al Mickey Rourke de la vida real, con su vestimenta hortera.
Sería el director Darren Aronofsky, con “El Luchador”, quien le ofreciera el papel definitivo para reactivar su carrera. Su personaje de luchador acabado, que añora la fama perdida mientras se sube al ring en circuitos de segunda o se gana la vida en un supermercado, le sirvió para exorcizar ante la cámara su propia situación personal, recibiendo le aplauso unánime de la crítica y el público por la honestidad de su interpretación.
Tras “El Luchador”, Mickey Rourke se ha dedicado a trabajar a un ritmo frenético, encadenando un proyecto tras otro. Cintas como “Killshot” de John Madden, “The Informers” de Gregor Jordan, o “13” de Géla Babluani (remake de la cinta francesa de este mismo director, “13 Tzameti”) aún no han llegado a nuestras pantallas, sin embargo, en este 2010 ya lo hemos visto como villano en “Iron Man 2” y, próximamente, junto a su buen amigo Sylvester Stallone y su equipo de “The Expendables”. En la actualidad, el actor ya está rodando la cinta de fantasía épica “Immortals”, a cargo del cineasta Tarsem Singh, y lo podremos ver también junto a Megan Fox y Bill Murray en “Passion Play”. Además, recientemente ha anunciado que interpretará al emperador mongol Gengis Khan en una película ambientada a inicios del siglo XIII, cuando Khan tenía alrededor de 40 años, y que narrará la historia de este personaje desde la perspectiva y los recuerdos de su hijo y de su nieto.
Con este resurgir Mickey Rourke parece dispuesto a arrebatarle a John Travolta el puesto de Ave Fénix de Hollywood, protagonizando uno de los renacimientos más sorprendentes. Ahora sólo hay que esperar que realmente haya aprendido de los errores y que impere su talento y su profesionalidad para que no vuelva a arruinar su futuro profesional.
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