Los estrenos de la pasada Semana Santa contaron como oferta para el público infantil con el regreso a la gran pantalla de Nanny McPhee con “La Niñera Mágica y el Big Bang”. Se trata de un título inesperado, ya que tras 5 años del estreno de la primera parte, poco hacía suponer ya que su principal valedora, Emma Thomson, se animaría a llevar a cabo una secuela, sobre todo cuando los resultados de la cinta anterior, sin ser rotundamente malos, tampoco resultaron especialmente llamativos, ni en lo económico, ni en lo artístico.
Inspirada en los cuentos de Christiana Brand (aunque variando el nombre de la protagonista, que en la original era “Nurse Matilda”), la cinta original resultaba un entretenimiento agradable, con cierto sabor añejo (ese uso del slapstick como recurso humorístico recordaba a cierto cine infantil de los años 50 y 60) aunque con la incorporación de algunos efectos digitales (como en el gag del burro travestido). Escrita, producida y protagonizada por Emma Thompson, se trataba del primer guión cinematográfico elaborado por la actriz tras haber ganado un Oscar en 1996 por “Sentido y Sensibilidad” (entremedias había firmado un libreto para el telefilm “Wit”, dirigido por Mike Nichols, y, de forma no acreditada, parte del diálogo adicional de “Orgullo y Prejuicio”). La artista (que un año antes había aparecido también disfrazada como la Profesora Sybil Trelawney en “Harry Potter y el Prisionero de Azkabán”) se sintió muy motivada por este personaje, pese a las horas de sesiones de maquillaje que le suponía, y, sin duda, gran parte del encanto de la cinta se debía a la presencia de la actriz en pantalla.
Siguiendo la tradición, los otros actores adultos (Colin Firth, Kelly McDonald, Angela Lansgbury, Imelda Staunton) se prestaban como dianas para las bromas de los niños (interpretados en su mayor parte por intérpretes noveles, a excepción de Thomas Sangster, a quien previamente se le había podido ver en “Love Actually”, junto a Liam Neeson, y que ha seguido manteniendo una carrera activa). Tras la cámara estaba Kirk Jones, realizador que anteriormente había dirigido una comedia más agridulce, “Despertando a Ned”, y que gracias a esta película pudo dar el salto a Hollywood, donde recientemente ha dirigido a Robert DeNiro en “Estamos Todos Bien”. Jones se dejó llevar por el carácter infantil de la historia y dio a la cinta un tono caricaturesco y colorido, con una puesta en escena elegante, pero al mismo tiempo ligeramente estrafalaria.
Para la segunda parte, Thomson ha mantenido los rasgos generales de la película anterior, enfatizando (como en toda secuela que se precie) aquellos que resultaron más atractivos para el público. Así, por ejemplo, la voz que anuncia la llegada de Nanny McPhee deja de tener una aparición discreta y puntual, como en la primera parte, para contar con un gag para sí sola. Por otro lado, curiosamente, aspectos centrales, como el paulatino adoctrinamiento de los niños y la desaparición de los rasgos más grotescos del rostro de la niñera, suceden de manera más rápida. Además, la época en la que se desarrolla la historia también cambia. De la estética decimonónica se pasa a la Segunda Guerra Mundial sin ningún tipo de complejo de continuidad (al final sí habrá un pequeño guiño que enlace ambas historias, pero de manera nada relevante y más bien anecdótica). Esto se debe principalmente a que para esta secuela Emma Thompson ha preferido no adaptar ningún relato de Brand en concreto, sino crear una historia original que respetara el estilo de la escritora, incrementando los momentos de humor.
Tras la cámara tenemos a la realizadora Susanna White, que si bien ofrece una puesta en escena más plana que su predecesor, ésta no deja de ser perfectamente funcional. En el apartado interpretativo también se mantienen las características de la primera parte, con Maggie Gyllenhaal, Rhys Ifans, Ralph Fiennes, o Maggie Smith cediendo el protagonismo a un conjunto de actores infantiles bien elegidos. Aquí los intérpretes más veteranos se dejan llevar por el tono grotesco de la historia para añadir algunas gotas de histrionismo a su labor y enfatizar el tono cómico de la película.
En líneas generales, podemos decir que “La Niñera Mágica y el Big Bang” baja ligeramente el listón en lo que a factura se refiere, con respecto a su predecesora, sin embargo, también tengo que confesar que a mí, personalmente, me pareció más entretenida y divertida.
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